Si bien DOOM es considerado el padre del first person shooter moderno, Wolfenstein es visto como el abuelo, aquel que sentó las bases sobre las cuales los demás títulos del género habrían de construir su propuesta.
Con tanto tiempo en la industria del videojuego, Wolfenstein ha sido objeto de más de una reinvención, siendo la más reciente el soft reboot que llegó en 2014 con el lanzamiento de Wolfenstein: The New Order y cuyo nuevo título, Wolfenstein: Youngblood, resulta una propuesta débil y decepcionante con respecto a lo que el desarrollador MachineGames había conseguido desde justamente The New Order.
Wolfenstein: Youngblood se ubica 20 años después de los sucesos de Wolfenstein II: The New Colossus. La figura protagónica ya no es el icónico exterminador de nazis B. J. Blazkowicz, sino sus hijas gemelas Jessica y Sophia, quienes emprenden, durante una alterna y turbulenta década de los 80, una búsqueda implacable por París para dar con el paradero de su padre.
La capital francesa está tomada por los nazis, y será labor de las chicas estelares abrirse camino entre hordas de supersoldados, robots y hasta mechas para encontrar a B. J. y de paso intentar liberar a toda Europa del Tercer Reich.
Antes de iniciar la campaña, el juego pide al usuario elegir con cuál de las hermanas quiere jugar, pero entre las dos no hay ninguna diferencia; todo es cosmético. De ahí se abre un abanico para escoger el loadout, en el que están incluidos el traje, el arma de inicio y la habilidad especial, y esta última es la que realmente importa para la experiencia de juego.
Este es un título pensado para jugarse en cooperativo en línea, situación que reflejan los menús y las opciones a escoger.
Una vez completado el nivel introductorio, los usuarios tendrán acceso al main hub, aquel en el que se navega entre las zonas principales de París con el fin de liquidar a los líderes de cada una y obtener información relativa al paradero de Blazkowicz.
A diferencia de Wolfenstein: The New Order y Wolfenstein II: The New Colossus, Wolfenstein: Youngblood fue desarrollado no solo por MachineGames, sino también por Arkane Studios, compañía mejor ubicada por ser la responsable de la saga de acción y sigilo Dishonored.
En ese entendido, Youngblood cuenta con un sistema stealth mucho mejor trabajado que el de las entregas que le preceden, además de que las zonas principales de juego están diseñadas para explorar a detalle sus calles, callejones y edificios, lo que, además de marcar distancia con las otras dos entradas, es un sello que distingue a la obra de Arkane.
También es un juego en el que los desarrolladores introdujeron un sistema tipo RPG, en el que se obtienen habilidades -mediante el canjeo de puntos o terminando ciertas misiones- y se mejoran armas -gracias al dinero que se encuentra regado en todos los niveles.
Este sistema RPG también aplica para los enemigos, quienes se miden por niveles, escalan a la par del usuario y traen armaduras divididas en dos tipos: ligera o pesada, y es aquí donde empiezan los marcados problemas del juego.
Surtirse a los enemigos a balazos debería sentirse natural en cualquier juego de Wolfenstein, pero aquí el sistema RPG implica torpeza en la experiencia de disparos y una sensación de nula progresión, algo que se vuelve más notorio cuando llegan olas de adversarios que orillan a permanecer rotando entre las armas que afectan directamente a las armaduras pesadas y las que no.
Queremos pensar que este punto no brinca tanto cuando se juega en cooperativo online, pero aquellos que piensen vivir la experiencia Wolfenstein: Youngblood en solitario probablemente terminen frustrados.
Otro de los puntos negativos de Youngblood es la manera en que deben revisitarse las zonas principales de París, pues después de completarse cada una por primera vez, será obligado entrar otra vez en ellas para hacer las nuevas misiones que se van abriendo y que se rigen bajo el mismo patrón de la original.
Por ejemplo, si la misión original en cierta zona era asesinar a un líder, en las misiones subsecuentes dentro de ese mismo nivel habrá que hacer otras similares, si no es que idénticas, y así hasta el cansancio por cada zona del juego que ya se había visitado, algo que nos recordó a esos momentos en que Metal Gear Solid V: The Phantom Pain se volvía repetitivo y tedioso.
Conforme se avanza una vez que se ha caído en este vórtice de repeticiones, lo único que queda expuesto es que en realidad no había razón alguna para hacer Wolfenstein: Youngblood, un juego que en realidad es corto, pero que en razón de su grinding crea la sensación de que es largo.
Mención aparte requiere la manera en que el contexto ochentero es criminalmente desaprovechado en Youngblood. Si en The New Order y en The New Colossus había una perfecta simbiosis entre gameplay y setting de una década alterna de los 60, aquí el marco de los 80 solo se limita a algunos gags y coleccionables, como posters y casetes.
Aquellos títulos eran altamente narrativos, incluso discursivos, pero este cuenta solo con un detonante argumental -que es la búsqueda de Blazkowicz-, que en realidad poco a nada se construye conforme progresa la campaña.
Por lo que hace al apartado técnico, Youngblood cuenta con todo el poder del motor gráfico id Tech 6, el mismo de DOOM de 2016, lo que hace que este juego llegue a verse incluso mejor que The New Colossus, mientras que por el contrario, su diseño de audio y música no son particularmente memorables.
Wolfenstein: Youngblood es la oveja negra del soft reboot que inició con The New Order, un paso atrás para lo que MachineGames había conseguido desde 2014, y un juego repetitivo que no contaba con justificantes narrativas ni propuestas para aprovechar su contexto ochentero ni su estelar dividido en dos personajes.
Calificación: 6.0/10
Wolfenstein: Youngblood
Año: 2019
Versión analizada: PlayStation 4
También disponible: Xbox One, Nintendo Switch y PC
Desarrollador: MachineGames y Arkane Studios
Publisher: Bethesda