Durante la época navideña de 1998, un niño que no esperaba mucho de los Reyes Magos, renovó su fe al recibir una fría mañana del 6 de enero una misteriosa caja escondida debajo del árbol navideño. El niño, al abrirla, descubrió que en su interior de cartón guardaba lo que en ese entonces era considerado como “la consola más poderosa del planeta”.
Estamos hablando de un Nintendo 64 nuevecito que su humilde redactor recibió una mañana de parte de los Reyes Magos. A partir de entonces, su servidor aprendió la diferencia de los cables RCA (acostumbrado siempre a la entrada coaxial de un NES) y descubrió las maravillas del mundo de los polígonos.
¿Mi primer juego? El genial Mario Kart, juego que vivirá en mi memoria como uno de los tesoros más preciados que un niño de la segunda mitad del siglo XX jamás pudo haber recibido. Meses después, ya más adentrado en el universo de Nintendo 64 gracias a la magia que las publicaciones locales, “Club Nintendo” y el show televisivo, “Nintendomanía” me daban a probar, comencé a adquirir grandes títulos como “Turok, El Cazador de Dinosaurios”, Star Wars: Shadows of Empire, entre otros tantos.
¿Por qué les comento lo anteriormente mencionado? Porque en esta mañana de Reyes Magos quiero que compartamos el mejor regalo digital que ustedes, queridos lectores, obtuvieron un 6 de enero. ¿Qué fue? ¿Una Commodore 64, un GameBoy Color, Zelda: Majora’s Mask, un Atari 2600, un Sega Master System, una computadora? Háganoslo saber en sus comentarios y, para todos aquellos que se inician como padres y Reyes Magos, disfruten éstos fugaces días.