Un acierto del Marvel Cinematic Universe (MCU) es que sus cintas se empapan de géneros que regularmente no se asocian al cine de superhéroes y cada vez se dirigen a más públicos que no son de occidente ni angloparlantes.
De esta manera, Captain America and the Winter Soldier es un filme que luce elementos de thriller en su trama, Spider-Man: Homecoming es una coming-of-age habitada por superhéroes, Black Panther es el filme con el que el MCU representa a la audiencia negra y Captain Marvel es aquel con el que coloca el reflector en el empoderamiento femenino.
En un ejercicio que integra exploración de género diverso y representación de audiencias, Marvel ahora estrena Shang-Chi and the Legend of the Ten Rings, un filme con el que el hogar de los Avengers se adentra en un terreno que no había explorado y con el que comienza a cimentar el futuro de la franquicia: la mitología china.
Shang-Chi (Simu Liu) y su amiga Katy (Awkwafina) trabajan en un valet parking y disfrutan la cotidianidad de su vida, guardando un perfil bajo y divirtiéndose con amigos.
Sin embargo, cuando el pasado de Shang se pone en contacto con él, deberá hacer frente a aquello que quiso dejar en el olvido y que se relaciona con su familia y con una leyenda sobre Diez Anillos que otorgan poder inaudito a quien los porte.
Shang-Chi and the Legend of the Ten Rings es, en el fondo, otra película de orígenes de Marvel en la que se aborda la niñez de la figura central y en la que hay relaciones familiares complejas, una dinámica de camaradería y lealtad con quien tenga el rol de coprotagonista, y un destino o responsabilidad que debe asumirse para aplacar al villano en cuestión. En otras palabras, es una cinta de superhéroes hecha con receta en mano.
Sin embargo, el director y coguionista Destin Daniel Cretton -responsable del drama legal Just Mercy– aprovecha el contexto del personaje y propone una mezcla de géneros que no se había visto en el MCU y que le sirve para explorar otros enfoques de acción que están al servicio de una trama que conforme avanza incorpora elementos de la cultura china.
Dicho de otro modo, Shang-Chi bien pudo haber sido otra producción hollywoodense en la que la acción, aunque bombástica y afín al lenguaje de historieta, fuese otro muestrario de tradición estadounidense al momento de montar y filmar secuencias de combate.
Pero desde su arranque este filme deja claro que la acción cuerpo a cuerpo y el montaje estarán apegados a distintos estilos fílmicos de Asia que van desde el wuxia y el wire fu, hasta el de artes marciales más frenético.
Es ahí donde descansa una parte toral del encanto de esta película, pues en sus 13 años de existencia el MCU jamás se había distinguido por ofrecer ángulos diferentes cuando se trataba de sus escenas de acción. Son cintas que tienen momentos estupendos -como aquellos que juegan con la orientación del espectador en Doctor Strange-, pero que en todo caso se someten a una visión americana del entretenimiento.
Por eso Shang-Chi roba con facilidad la atención del espectador desde sus primeros minutos, a través de una secuencia en sintonía con el wuxia de Crouching Tiger, Hidden Dragon o el de los filmes de Zhang Yimou como Hero y House of Flying Daggers.
Y cuando la audiencia asume que esa será la propuesta general de la película, es sorprendida con escenas de combate filmadas en tomas prolongadas y espacios reducidos para lucimiento de stunts y talento principal, tal como dicta la tradición del cine de artes marciales.
Abundan las cintas estadounidenses que no solo incorporan artes marciales a la mezcla, sino que las hacen el eje principal de su propuesta y estética sin tener noción de cómo deben lucir los trabajos de dicha naturaleza -un ejemplo reciente lo tuvimos con Snake Eyes-, pero ese no es el caso de Shang-Chi, un filme que rompe con la terquedad hollywoodense de ofrecer tomas cerradas, cámara temblorosa y cortes incesantes de edición que no permiten apreciar qué sucede en pantalla.
Solo hace falta observar escenas como la del autobús o la que tiene lugar en la porción en construcción de un edificio para concluir que este filme tiene una perspectiva inusual dentro del cine de superhéroes.
Y a ello todavía debe sumarse la mitología china como el otro componente que conforma el encanto de la película.
Tal como ocurrió hace años con Black Panther, Shang-Chi se allega de elementos regionales para retratar una identidad que enaltece y rinde honores al contexto de sus personajes. En la cinta de 2018 la base era África y el director Ryan Coogler se encargó de que la región estuviera representada en indumentaria, habla y costumbres de principio a fin.
En Shang-Chi la base es China y Cretton extiende el alcance de la representación al hacer que el idioma no inglés ocupe una parte considerable del metraje y al meterse de lleno en el espectro de la fantasía, con lo que tiene a su alcance bestiario que robustece el factor de identidad mitológica del filme, dando por resultado secuencias que resultan refrescantes dentro del MCU.
Solo que a diferencia de Black Panther, Shang-Chi presume escenas de acción que sí logran quedarse en la memoria una vez que comienzan a correr los créditos finales.
Desde luego esta cinta sigue siendo una película de Marvel, de manera que el humor está presente (aunque en dosis aceptables), los guiños a los nuevos planes de la compañía no podían faltar (ojo con las dos secuencias post-créditos) y el ritmo tiende a flaquear en ciertas partes expositivas, como siempre ocurre con los filmes de orígenes de esta casa.
Pero es gracias a su modelo asiático en presentación y acción que Shang-Chi constituye un gran paso hacia el futuro del MCU.
Aún quitándole el componente mitológico, Shang-Chi es, en pocas palabras, la cinta Marvel para los entusiastas del cine de artes marciales.
Calificación: 9.0/10
Shang-Chi and the Legend of the Ten Rings
Año: 2021
País: Estados Unidos
Dirección: Destin Daniel Cretton
Guion: Destin Daniel Cretton, Dave Callaham y Andrew Lanham
Elenco: Simu Liu, Awkwafina, Meng’er Zhang, Fala Chen, Florian Munteanu, Benedict Wong, Michelle Yeoh y Tony Leung