Hoy en día es claro que los teléfonos celulares son casi omnipresentes, están en todos lados, son casi en ese sentido como Dios, que supuestamente está en todas partes. Así, cualquier actividad cotidiana enfrenta mucha gente que revisa constantemente su teléfono esperando quizás recibir alguna buena noticia o bien, entretenerse viendo las ocurrencias que otros ponen en las redes sociales como Twitter o Facebook. La realidad es que la telefonía celular dio un paso magistral al incluir conexión a Internet y eso, probablemente, ha disparado el gusto del consumidor a estos artefactos que son un sinfín de programas que hacen todo género de cosas, además de poder hablar por teléfono.
Pero esto viene a cuento porque ayer fui a la radio, al programa que transmite la Universidad Iberoamericana (unoceroradio), en el 90.9 del FM, si mal no recuerdo, y en donde José Antonio Pontón, con José Carlos Méndez y Javier garcía (Shiginami), hablan de tecnología, de la que enfrentamos diariamente.
Pontón abrió el programa hablando de un nuevo teléfono, un Xperia, si no me equivoco, y dijo que ese teléfono podría quizás salir de la inercia de los consumidores, que más o menos cambian sus teléfonos cada 18 meses (año y medio). De acuerdo a Ponton, este nuevo teléfono, por sus características, quizás podría tenerlo dos e incluso tres años. Méndez le decía que el cambio de teléfonos se debe a que los nuevos modelos corren más rápido y tienen probablemente más prestaciones, con respecto a los anteriores.
Y en eso estaba la discusión cuando en mi fuero interno me preguntaba: ¿Pero de verdad necesitamos cambiar el teléfono móvil cada ano y medio? Porque si es cierto lo que dice Méndez, es evidente que sí, los nuevos dispositivos siempre serán mejores que los anteriores, más rápidos, las aplicaciones se ejecutarán más eficientemente, sin duda… Pero ¿cuántas aplicaciones realmente usamos en los teléfonos? Porque es cierto, hay un sinfín de juegos, por ejemplo Candy Crush o Angry Birds, que la gente los baja pero eventualmente se cansa de ellos y deja de jugar. Entonces muchas veces tenemos aplicaciones y programas que bajamos una vez, lo corrimos un par de veces y no lo tocamos más. Entonces, ¿necesitamos que el nuevo teléfono sea más rápido? ¿Como para qué?
Quizás estoy perdiendo algún punto en esta discusión, la cual tiene que ver probablemente con el consumismo al cual somos sometidos porque si uno tiene un plan con la telefónica, al año y medio nos cambian el teléfono de forma “gratuita”, ¿no? ¿Y quién le hace al feo a un nuevo teléfono, con nueva pantalla, sin rayones, sin mácula?
De alguna manera el teléfono móvil, el celular como decimos en México, se ha convertido en un artículo que en algunos casos es para usarlo y en otros para presumirlo. Por eso hay toda clase de precios en estos artefactos que en esencia, deberían servir para comunicarnos, pero que hoy en día sirven hasta como cámaras de video. La pregunta es ¿necesitamos todos estos avances cada año y medio? ¿Necesitamos un iPhone dorado de metal o una versión en plástico? ¿necesitamos de verdad que sea el teléfono contra agua o que tenga una cámara de 20 megapixeles incorporada? ¿en serio necesitamos todo esto? ¿Cuándo? me pregunto, esto se convirtió en necesidad.