En 2002, lo admito, me clavé viendo la primera temporada de Big Brother. En mi trabajo me tocó ir a cubrir “la entrada a la casa” y encargar notas de la tecnología que utilizarían, de los efectos sociológicos del programa y una vez hasta contamos cuántas veces decían “güey” y armamos una estadística.
En esos lejanos años en los que todavía no se inventaba el iPhone ni el Facebook, se decía que Big Brother era una manera estúpida en la que las personas exhibían su vida ante los demás y, en una entrevista, un experto nos dijo: “imagínate lo peligroso que sería que todo el tiempo estén observando todo lo que hacemos, y peor, ¡que lo hagamos por nuestra propia voluntad!”.
El programa registró récords de rating (de esos que serían impensables en 2016) y uno de los personajes que vieron millones de mexicanos fue una chica llamada Azalia, una chava bravucona y malhablada que se ganó tanta antipatía que, irónicamente, resultó ser una de las más populares de la casa.
Pero después de que terminó el programa, no pasó casi nada con los protagonistas, sólo algunos escándalos, como un embarazo no deseado y un desnudo en Playboy, pero hasta ahí. La fama solamente les duró los meses que estuvieron al aire.
Pero en 2011, ya en un mundo con YouTube y smartphones, un día amanecimos con un video “viral” en el que se mostraba a dos mujeres enfrentando a unos policías a quienes les gritaba elegantes frases como “¡asalariado de mierda!”.
Ese video, grabado de manera vertical y con una resolución que hoy parecería digno de una broma tipo “lo han de haber grabado con una BlackBerry” (expresión que no tenía el mismo sentido en 2011), se hizo todavía más famoso cuando lo retomaron los medios tradicionales, por lo que durante varios días pudimos verlo en el noticiero de la noche una y otra vez.
Así nacieron las primeras “leidis” de las redes sociales mexicanas: las #LeidisdePolanco.
¿Por qué platiqué lo de Big Brother? Pues porque una de esa “leidis” era Azalia, quien pasó del olvido de la televisión a la fama de las redes sociales con una sola borrachera.
La versión masculina surgió unas semanas después, cuando se difundió un video en donde se veía cómo un empresario de Las Lomas golpeaba a un empleado del edificio donde vivía porque no le quiso ayudar a cambiar una llanta. Fue bautizado como #GentlemandeLasLomas.
Son los pioneros de las ladres y los lords.
Inicialmente, estos videos tenían una intención de denuncia, de mostrar actos de prepotencia y hasta de racismo, pero al exhibirse miles de veces, se convirtieron en chacota, lugares comunes y hasta en personajes admirables para ciertos sectores.
Es decir, todas las “leidis” y “lords” que han invadido las redes sociales durante estos cinco años, siguen en la calle, y muchos de ellos disfrutando de la fama que les generó haber cometido un acto ilegal o violento.
Los mismos usuarios de las redes sociales que critican la enajenación de Televisa o la poca atención que pone el Gobierno en el sistema educativo, son los que han hecho famosos a personajes que, de inicio, serían una bola de indeseables en cualquier sociedad.
Recientemente, la chica llamada #Lady100Pesos rompió las redes, pero no porque se criticara que condujera en estado de ebriedad y estrellara su auto al intentar escapar de la Policía, sino porque estaba muy guapa; asimismo, el #LordPopó, que primero era el villano de la historia por golpear a una mujer que le pidió que recogiera la caca de su perro, después se convirtió en víctima, porque los tuiteros pedían que ya lo dejaran en paz (pobre, lo estaban linchando).
Y así han pasado las ladies basura, Profeco o de la Roma, y los lords Walmart o Rolls Royce. Todos han sido famosos un fin de semana, se convierten en Trending Topic, los retoman los medios “tradicionales”, disfrutan unos días de fama y, después, desaparecen en el ciberespacio y en los comentarios anecdóticos.
Las ladies y los lords son modas efímeras que los tuiteros y feisbuqueros impulsan igual de rápido que como las olvidan, lo mismo que pasa con las estrellas de televisión y las bandas juveniles que tanto se critican en esos espacios. Son hashtags que no denuncian, sino que enaltecen.
Así que es momento de parar esta estúpida moda de ladies y lords porque ya no tiene sentido, es un chisme de lavadero, pero con mayor alcance y menor duración. ¿O en estos cinco años hemos descubierto que sirven para otra cosa?
Así que la próxima vez que veas a una ladie o a un lord en tu timeline o en tu muro, piénsalo dos veces antes de compartirlo.
Así de simple.