Pocas cosas hacen descansar el alma como el momento en que la persona del verificentro te coloca el holograma que indica que tu automóvil puede seguir circulando después de haber pasado las pruebas de contaminación ambiental. Pero, te has preguntado ¿si el pasar la prueba significa realmente que tu coche no contamina?
Esta será ahora la gran incógnita luego del escándalo que ha envuelto a Volkswagen después de que se descubriera que sus automóviles diésel contaban con un «ingenioso» software que modificaba los niveles de contaminación cada vez que el auto era sometido a una prueba ambiental.
El escándalo no sólo ha provocado que la empresa alemana haya tenido una estrepitosa baja en sus acciones, ya le costó el puesto a su CEO Martín Winterkorn, y se espera que con el paso de los días las multas y castigos no dejen en paz por un buen rato a una de las compañías automotrices más importantes del mundo. Esto claro, sin contar con el desprestigio mundial y la pérdida de confianza por parte de los usuarios.
La ironía ha sido la clave en este asunto. Volkswagen había ganado tal credibilidad en el tema ambiental con sus unidades diésel que en el 2013 The International Council on Clean Transportation (ICCT) utilizó estos vehículos para llevar a cabo un estudio en donde pudieran comprobar las bondades por utilizar coches que no funcionarán con gasolina, sin embargo, los resultados arrojaron datos inesperados.
Después de hacerle pruebas a un Jetta 2012, un Passat 2013 y un BMW X5 SUV por más de 4 mil kilómetros en autopistas entre Los Ángeles y Washington, se llevaron la sorpresa que los modelos Volkswagen excedían las moléculas de óxido nitroso entre 5 y 35 veces a los estándares permitidos.
Pero, si estas cifras rebasaban por mucho el reglamento, ¿cómo era posible que las verificaciones de rutina hechas en laboratorios de Estados Unidos no hubieran detectado nada? Es ahí, donde viene lo sorprendente y vanguardista del asunto.
Resulta que Volkswagen inventó un software capaz de detectar cuando el auto estaba siendo examinado por algún laboratorio ambiental. Si coincidía la posición del volante, la velocidad del vehículo, el momento en que el motor fuera encendido y la presión barométrica, la computadora asumía que estaba siendo sometido a una prueba de rutina, lo que provocaba que redujera las emisiones de gases nocivo en el escape y así cumplir los requisitos estipulados. Cifras que por supuesto no se veían reflejadas cuando el coche circulaba en condiciones normales, tal y como hizo las pruebas la ICCT.
Cuando se dieron a conocer los resultados en el 2014, Volkswagen respondió argumentando que el estudio había sido defectuoso debido a cuestiones técnicas que afectaron los resultados y curiosamente hizo un recall voluntario para colocar un parche en el software de 500 mil vehículos y así solucionar el problema.
Lo que no esperaba es que tanto la California Air Resources Board (CARB) como la Enviromental Protection Agency (EPA, sí, como la de la película de los Simpsons) no se quedaron con los brazos cruzados y después de varios exámenes finalmente dieron con el famosos software al que bautizaron como «the switch» o el interruptor.
Finalmente el pasado 3 de septiembre Volkswagen admitió las pruebas. Y semanas después la resolución se dio a conocer por la EPA quien acusa a Volkswagen de evadir normas en los exámenes de calidad de aire, lo que representa una amenaza a la salud pública.
Pero, ¿por qué hizo todo esto Volkswagen? Algunos especulan que fue para bajar los costos en sus vehículos al no tener que someterse a sistemas ambientales como el AdBlue utilizado por otros fabricantes. Y si esta fue la razón, ojalá este ahorro haya sido por mucho dinero, pues se estima que por estas violaciones ambientales el gobierno norteamericano cobrará una multa de 37 mil 500 dólares por vehículo modificado, lo que da un total de 18 mil millones de dólares.
Por si esto fuera poco, el Departamento de Justicia de Estados Unidos y de Alemania ya han tomado cartas en el asunto, por lo que seguramente en las próximas semanas empezarán a caer nuevas demandas y más multas.
Volkswagen ha tenido la peor caída de la compañía en 6 años, los inversionistas se alejan por el miedo a todas las multas y castigos que recibirá la compañía a nivel internacional, pues se ha dado a conocer que lo que se descubrió en Estados Unidos es sólo la punta del iceberg ya que la «falla» se encuentra en 11 millones de vehículos en todo le mundo. De los cuales 3 modelos son fabricados en la planta de Puebla, lo que seguramente traerá consecuencias en las ventas y exportaciones en México.
Esto nos sólo queda en un problema entre empresas, gobiernos, multas y desprestigio, el asunto va más allá. Para que se de un una idea del daño ambiental, se calcula que los autos diésel modificados, han sido responsables de generar alrededor de 1 millón de toneladas de contaminación. Y si la cifra de los 11 millones de autos es cierta, estaríamos hablando que estas unidades han producido el mismo daño al planeta que todas las plantas eléctricas, vehículos, industria y agricultura del Reino Unido juntas en un año. Algo así como 948 mil 691 toneladas de óxido nitroso alojado directamente a nuestros pulmones.
Volkswagen enfrenta su más grande prueba desde que nos enteramos que Hitler había sido la mente detrás del Vocho. Y sólo resta esperar para ver cómo afrontará los gastos económicos, políticos y sociales provocados por este gran lío internacional que apenas empieza.