En este país hay muchos autores de valor que son desconocidos. La razón es que publicar en México no es fácil. Primero, hay que pasar por una serie de filtros que ponen las editoriales. ¿El primero? Que el libro del autor en ciernes esté completo. La razón de esto es que ya las editoriales han tenido experiencias frustrantes con autores que entregan un muy buen capítulo de un proyecto de libro, la editorial le da un adelanto para que el autor termine el libro y éste jamás se entrega y desde luego, el adelanto nunca lo recupera la editorial.
Una vez habiendo contactado una editorial y ésta aceptado en revisar el libro, hay que esperar en ocasiones hasta un par de meses para que los revisores decidan si el libro vale la pena publicarlo. Aquí pueden pasar muchas cosas: i. que el libro se acepte tal y como está o bien, ii. que sea necesario hacer modificaciones (de menores a mayores) o iii. que simplemente el libro sea rechazado. Este es más o menos el panorama cuando va uno a una editorial tradicional.
También existe el esquema que se llama «vanity printing», en donde una editorial, por ejemplo, la «Editorial Rodrigo Porrúa», haga una especie de concurso buscando autores. Uno manda su libro y eventualmente le hablarán -si éste cumple con ciertos filtros como una redacción razonable y una ortografía buena en general- y le dirán que la editorial quiere publicar su obra. El problema es que cuando va uno a hablar con los de la editorial mencionada, les dicen algo como esto: «el plan es así: tú pones papel y tinta y nosotros distribuimos en nuestras sucursales». Esto quiere decir que el autor paga a la editorial el costo de 1000 libros (que se imprimen en los talleres de la propia editorial), lo que representa aproximadamente unos 200 mil pesos (200 pesos el libro) y la editorial lo distribuirá. En este negocio el autor ganará el 100% de la venta de cada libro hasta que recupere los 200 mil pesos invertidos y entonces, la editorial y el autor van a 50% en las ganancias.
Muchos autores, porque se quieren ver en las librerías, pagan estas cantidades en donde la editoriales apelan a la vanidad del autor. 200 mil pesos no es poca cosa pero hay mucha gente que hace el esfuerzo para verse finalmente publicado. En el caso de la editorial «Rodrigo Porrúa» hay que decir que no tienen nada que ver con la antiquísima y popular «Editorial Porrúa» y da la impresión que hay dolo porque en la editorial Rodrigo Porrúa jamás aclaran esto. Y no me lo contaron, me pasó a mí, quien escribe este artículo.
La alternativa es, curiosamente, un esquema de libro abierto, que al igual que el software abierto, se puede obtener sin pagar. Se trata del esquema «paga lo que quieras (o puedas)», en donde el lector puede descargar el libro completo y pagar lo que crea vale la obra. Hay quienes ponen un valor mínimo para empezar, pero desde luego, no es obligatorio ni hay que pagar a fuerzas eso.
Por ejemplo, supongamos que descargo un libro en este esquema y después de echarle un ojo pienso que vale unos 50 pesos. Bueno, pues le deposito al autor y de alguna manera retribuyo su esfuerzo. Si creo que vale más, pues le pago más que lo que pide el autor. Si de plano no quiero pagar, no tengo que hacerlo aunque claramente se está apelando a ayudar a que el autor siga publicando.
De acuerdo a ciertas estimaciones hechas en Estados Unidos, en general los lectores agradecen una obra bien escrita y están dispuestos a pagar por ella. La ventaja de este esquema es que no hay un precio oficial a pagar, sino que cada quien, conscientemente, decide cuánto puede o quiere pagar al autor de la obra que ha decidido descargar para leer. De hecho, como en este esquema las obras están disponibles para descargar gratuitamente, se pueden leer y pagar después de haberlas leído.
¿Podrá funcionar este esquema en nuestro país? ¿Pagaría la gente por libros que puede descargar gratuitamente? Habrá que hacer el experimento editorial.