El planeta en el que vivimos se supone que debiese ser autosustentable. La Naturaleza ha creado, por así decirlo, una serie de mecanismos que en principio permitirían a la Tierra renovarse. Por ejemplo, cuando queremos hacer un área cultivable, tenemos que usar algún tipo de fertilizante para que la tierra se enriquezca y lo que sembremos pueda darse. Si agotamos los nutrientes de dicha parcela, lo más probable es que no podamos sembrar nada o muera práctciamente sin tener una chance de sobrevivir. La raza humana ha usado por años el excremento de los animales, porque en ellos hay nutrientes siempre, y los ha procesado. Con eso se abona la tierra muchas veces.
Otra posibilidad es la que tiene en «Urban Death Project» (Proyecto de la Muerte Urbana), que busca utilizar como composta los cuerpos de las personas fallecidas de forma que se pueda crear una alternativa ecológica urbana, para lograr así regenerar la tierra, sobre todo en las ciudades. «Esto es una alternativa urbana ecológica para la disposición de los cadáveres», dice Katrina Spade, una diseñadora de Seattle. «El proyecto es la solución para los cementerios citadinos, que están ya a su máxima capacidad, y como un método sustentable de disponer de nuestros muertos, así como un nuevo ritual para que nuestros parientes y personas que amamos descansen».
La idea requiere de construir un edificio en donde los cuerpos puedan ser guardados y descompuestos. Envueltos en lino, los cuerpos se colocarían en un núcleo de tres pisos lleno de material rico en carbón para ayudar así al proceso de descomposición. Después de tres meses de descomposición aeróbica, ayudada por los microorganismos, el cuerpo se convertiría en un material rico en nutrietes para la tierra. El edificio sería también una funeraria en donde los parientes y amigos podrían ser invitados a envolver el cuerpo en lino y a poner los restos finalmente en la pila de composta.
Spade piensa que es importante crear un método menos dañino para la Naturaleza creado por la muerte de las personas. «Es una falta de respeto tanto para la Tierra como para nosotros mismos que llenemos nuestros cuerpos con fluidos tóxicos antes de que se entierren», dice. Se usan 750,000 galones de formaldeído cada año en los Estados Unidos, que contiene fluídos para embalsamar, así como el tener que usar unos 30 millones de placas de madera y 90 mil toneladas de acero para construir un año de ataúdes. «La cremación es una opción menos dañina, pero equivale, en los Estados Unidos, a unos 600 millones de libras de dióxido de carbono que van a la atmósfera cada año, lo que equivale a unos 70 mil autos en las carreteras por un año», añade Spade.
Referencias: