Cuando estaba en la universidad, asistí a la primera edición de Espacio, un congreso que organizaba Televisa hasta hace unos años en el cual se reunían miles de estudiantes con las personas que conformaban todas las áreas de la empresa.
Esa primera edición fue planeada para generar diálogo y debate con los universitarios y no para presentar un gran show, como sucedió algunas ediciones después, por lo que tuve la oportunidad de aprovechar varios foros para “echarle en cara” a directivos, artistas, productores, artistas y escritores lo que –según yo- Televisa hacía mal, pero siempre recibí como respuesta un argumento que, válido o no, siempre llevaba atrás la creencia de una persona por lo que hacía (que sólo transmitían futbol y no otros deportes porque nadie los veía y los patrocinadores no querían anunciarse, Luis de Llano admitió que no ve televisión mexicana y no le gusta la música pop, y Eugenio Derbez dijo que los directivos le pedían que hiciera siempre lo mismo porque eso era lo que quería ver la gente).
Nunca he trabajado en Televisa, pero con el paso de los años conocí mejor esa empresa en diferentes momentos, como mis prácticas profesionales en producción de TV o en mi labor periodística y, aunque entiendo los “intereses” que tiene y la “calidad” de sus productos, también aprendí que todas (sí, tooodaaas) las organizaciones obedecen a diferentes intereses y la calidad de productos que ofrecen va de acuerdo con la aceptación de los consumidores.
Va otra anécdota. Hace unos años viajé a Colorado para una cobertura con un grupo de periodistas y celebridades entre las que se encontraba Andrea Legarreta y, más allá de todas las poses que tiene cualquier famoso, me pareció que era una chava inteligente y muy trabajadora, además de que era la única del clan de famosos (y de periodistas) que saludaba al llegar al desayuno por la mañana o al encontrársela por algún pasillo.
Todo esto lo cuento porque en el último escándalo tuitero están involucrados Televisa y Legarreta por una supuesta opinión que emitió la conductora en la que aseguraba que el incremento en el precio del dólar no afectaba al bolsillo de las personas.
Lo que pasó en realidad es que ella participó en un segmento en el que, aunque trataban de parecer “naturales”, dos conductores estaban leyendo un guión en un telepromter (cualquier persona que sepa ver TV puede notarlo claramente); de hecho, Legarreta termina diciendo que quiere saber más porque todavía no entiende. Horas después, el video de esos minutos del programa “Hoy” se difundió rápidamente en las redes sociales (o “se hizo viral”, como le gusta decir a los publicistas) y miles de personas empezaron a lanzar diversos ataques, principalmente señalando la “ignorancia” de la también actriz, como si todos fueran expertos en economía y en políticas públicas.
Ante esos ataques, Legarreta dijo que, efectivamente, había leído una mención pagada y denunció que todos esos ataques, muy al estilo tuitero, derivaron hasta en amenazas contra ella y su familia.
En todo este escándalo telenovelero, que sacó lo peor de muchos “críticos” de Televisa, estamos perdiendo de vista algo importante: hay elementos suficientes para pensar que se trató de una mención pagada, ¿entonces por qué en vez de atacar a la conductora los tuiteros no se ponen a exigir que se revele quién pagó ese segmento y con qué dinero? Nada impide que un conductor emita su opinión en la televisión, pero la Ley Federal de Radio y Televisión sí prohíbe ese tipo de menciones al aire que están disfrazadas de información noticiosa. Pero es más fácil irse contra la Legarreta porque pocos conocen de leyes.
Pero también le puedo dar un argumento a los que gustan de ver complots en todos lados. El programa “Hoy” es uno de los que más años ha durado en la televisión mexicana, teniendo presencia durante unas tres décadas en las que han desfilado diversos productores y conductores (por cierto, Legarreta es quien más ha durado), además de que es de los que tienen mejores niveles de audiencia y los anunciantes gustan de aparecer en ese espacio por el que también han pasado, por ejemplo, precandidatos y candidatos a la Presidencia que se han negado a dar entrevistas a otros medios.
Hace unos meses, como parte de los intentos que está haciendo Televisa para llegar a nuevos públicos (y recobrar los que se le han ido), “relanzó” el programa “Hoy” y lo envolvió en un concepto que tiene muchos elementos en redes sociales, inclusive llevaron a personajes populares en Twitter para conducir algunas secciones y ahora se puede ver en vivo a través de la app de la televisora y seguir en Instagram con fotos de “detrás de las cámaras”.
Así que este “escándalo” le vino bien a la estrategia del programa que era, precisamente, tener muchas menciones en redes sociales, las cuales, de acuerdo con experiencias anteriores (como cuando Aristegui se peleó con la “Señorita Laura”), suelen elevar los ratings de los medios tradicionales gracias a esa publicidad que llega a personas que no forman parte de su audiencia cautiva.
Lo cierto es que otra vez estamos ante un caso en el que los usuarios de las redes sociales vuelven a una de sus tradicionales acciones de activismo de sofá, criticando a los más visibles y dejando de lado el fondo del problema.
También estamos ante otro de esos casos en los que los opinadores de Twitter se sienten con el derecho de atacar a alguien que sólo está cumpliendo con su trabajo, como si a ellos en su chamba no los obligaran a cosas que en realidad no quieren hacer o van en contra de lo que ellos piensan.
Otra vez, los usuarios de las redes sociales perdieron la oportunidad de llegar al fondo de algo y fueron víctimas de la ignorancia propia, esa que tanto critican en los demás.
Así de simple.