El nicho escolar por mucho tiempo tuvo un dispositivo que era casi una necesidad: la calculadora. En las escuelas -al inicio de la entrada de las calculadoras electrónicas simples- hasta los profesores estaban fascinados por este tipo de juguetes. Sin embargo, con el tiempo, se dieron cuenta que los alumnos no eran capaces siquiera ya de hacer una simple suma mentalmente, por lo que decidieron vetar estos dispositivos matemáticos en las propias escuelas, incluso exámenes.
Ya para los que estudiamos una carrera científica o ingenieril, la calculadora que debíamos comprar debía tener logaritmos en diversas bases, funciones trigonométricas, factoriales, etc. Yo, por ejemplo, tuve una Texas Instruments TI58C, una calculadora que se programaba incluso y el modelo siguiente, la TI59 podía leer tarjetas magnéticas con programas ya establecidos. La realidad es que lo más complicado y retador era programar la TI58C para que hiciese algo en particular.
Pero pasó el tiempo y aparecieron las calculadoras científicas con displays en blanco y negro, que podían graficar en sus pantallitas LCD las funciones más importantes o las que necesitáramos graficar. Hoy tenemos por ejemplo que Casio sacó su calculadora gráfica en color Prizm, que cuesta unos 130 dólares y contiene las siguientes características:
- Pantalla (display) de 216*384 pixeles, con 65,536 colores
- 16Mb memoria
- Un CPU que es un SuperH 3, que corree a 58 MHz
Más recientemente, Texas Instruments ofreció la TI-NSpire CX CAS, que cuesta unos 162 dólares y sus especificaciones son las siguientes:
- Pantalla (display) de 320*240 pixeles, con65,536 colores
- 100Mb memory
- ¿CPU? No he encontrado referencia a qué procesador usa
Quizás si le gustan los objetos retro, quisiese hacerse de una calculadora de estas. El asunto es que estos dispositivos son limitados en memoria, en la resolución de su pantalla y por unos 100 dólares más que la máquina de Texas Instruments, nos podemos hacer (en EEUU) de una netbook con software como Octave, Scilab, SAGE, etc., que sobrepasa cualquier función que pueda darnos el sofisticado juguete de Texas Instruments. Además, la netbook se puede usar para navegar por internet, usar el correo electrónico amén de miles de acciones más.
Actualmente muchos teléfonos celulares tienen aplicaciones que emulan las calculadoras más sofisticadas, incluso algunas Hewlett-Packard, con notación RPN inclusive (Reverse Polish Notation, una de las ideas más importantes en cómputo, pero más absurdas para que los usuarios las tengan que aprender). Obviamente estas apps telefónicas ponen en la basura a las calculadoras físicas. Combinados con servicios como Wolfram Alpha, hoy día cualquier teléfono móvil inteligente tiene más capacidad que la mejor calculadora científica gráfica que se pueda ver en el mercado.
La experiencia sugiere que hay en muchos escritorios calculadoras con las operaciones básicas, pero estas calculadoras sofisticadísimas no parecen llamar la atención como para que la gente gaste en ellas. Es preferible comprar un programa (o bajarlo de la red, hay muchos gratuitos), que hagan mil maravillas más que la calculadora gráfica más sofisticada hoy día. Mucha gente, para los cálculos día a día, usará la calculadora que quizás esté en su escritorio. Algo más sofisticado hará que encienda su computadora para resolver por ejemplo, ecuaciones o bien, hacer una gráfica.
Un argumento para seguir usando calculadoras es que “son lo suficientemente limitadas para ser usadas en los exámenes“. Suena interesante esto pero… ¿por qué enseñar a las siguientes generaciones con tecnología que ya va de salida? Es como si alguien hoy día quisiese mostrarnos cómo usar la tradicional regla de cálculo. Suena como absurdo. Se me ocurre que es más sensato vetar TODA la tecnología en los exámenes. Finalmente se trata de ver qué sabe un alumno y qué no sabe. No se trata si puede hacer N cálculos en tiempos récord.
Así entonces, quizás las calculadoras científicas terminen por perder la batalla y pasen a ser piezas de museo.
Fuente: Walking Randomly