Antes de Internet, que tampoco fue hace tanto, había un status quo en muchos nichos de la cotidianidad humana. Por ejemplo, las disqueras hacían su agosto con sus grabaciones de artistas conocidos, en donde vendían diez canciones y nueve u ocho, para la mayoría del público, resultaban irrelevantes. La gente compraba muchas veces el disco del cantante de moda por una o dos canciones, que eran las que se publicitaban en los medios. En otro ámbito, el de los libros, publicar una obra implicaba necesariamente ir a una editorial, mandar el manuscrito y esperar con fe que la editorial en cuestión decidiese que valía la pena imprimirlo. Desde luego, de 15 o 20 obras recibidas para su análisis y posible proceso de publicación, se salvaba una apenas en general. Vamos, que los comités editoriales eran (y lo siguen siendo) muy estrictos con sus políticas editoriales.
Y si vamos a los medios electrónicos, la televisión abierta era lo único que había y mucha gen te ahí se informaba. Así, tuvimos en México por años a un Jacobo Zabludovsky, soldado del soldado de PRI, el «tigre» Azcárraga, papá del que ya dejó de ser mandamás de Televisa., quien nos recetó la historia oficial de este país. Sin importar las voces disidentes, solamente había una versión y era la que ponían los medios, en este caso lo que era televisa antes (televicentro) y listo, no había más. Digamos que esto es lo que hoy en día catalogaríamos como «fake news», lo cual si lo pensamos, tiene muchos más años que el término que en estos tiempos se ha acuñado para hacer referencias a historias falsas, con quien sabe qué propósitos.
Gracias a Internet, ahora todos podemos ser nuestros propios editores, por ejemplo, o bien, crear música y subirla en MP3 a los canales adecuados o convertirnos en youtubers e «influenciers» de moda a través de la plataforma de videos de Google. Hoy el acceso a publicar, incluso en las redes sociales, nos ha dado voz a todos, aunque para Umberto Eco esto haya significado dar voz a un ejército de imbéciles.
Y esto en el fondo tiene que ser bueno porque democratiza la información, porque al final del día podemos expresarnos y ver que así como la nuestra, hay otras opiniones que no necesariamente coinciden con nuestras maneras de ser o pensar. Y eso es bueno para ir construyendo una historia humana donde caben la diversidad de opiniones, por ejemplo.
Y en este nuevo escenario es cierto, también tenemos que lidiar con la estupidez humana. Por ejemplo, aquellos que siguen creyendo o les quieren convencer que la Tierra es plana. De verdad se requiere ser muy tonto para siquiera considerar esta idea. Sin embargo, esta creencia finalmente no afecta en nada. Más grave es aquella intención que se hace pública de que las vacunas causan autismo entre no sé qué tantos males. Y hay padres que ponen en riesgo a sus hijos porque no entienden nada al respecto, o porque creen cualquier tontería que se publica en Internet. Y así, como antes se decía, para hacer un argumento fuerte: «está en un libro», ahora hay quien dice: «apareció en Facebook». En ambos casos se suponía que eso simplemente le daría validez al argumento. El problema es que este tipo de ideas ya pone en riesgo la vida de terceros. Va más allá de las ‘fake news» en todo caso y muestra que en ocasiones nuestra estupidez niega los avances de la ciencia. Y esto me recuerda a Dawkings, el biólogo famoso por sus libros como «El gen egoísta», «El relojero ciego», entre otros, que cuando un cristiano le preguntó sobre el método científico. La respuesta es impecable (vean el siguiente video):
Pero termino con lo que publicó una usuaria de Facebook, Elisa Estrada, que copio a la letra:
«Un día la profesora dice: ‘los niños que hayan acabado el ejercicio, que salgan, ella no se mueve.
-¿Por qué no sales?
-No, como dijo los niños…
-¡Niña!, cuando digo los niños es todo el mundo, tú también.
Ella sale y piensa: cuando dice los niños también soy yo; y cuando vuelve del recreo dice la profesora»: ‘los ni!nos que se quieran apuntar al fútbol que levanten la mano’, ella la levanta.
-«¡Qué no, que dije los niños!», y claro, ella piensa: ¿niños no es todo el mundo?
Desde ese momento estás preparada para contestar a lo que te echen, tú ya sabes que a veces eres ‘los niños’ porque es genérico, pro a veces no eres, porque es específico, son sólo los niños varones. Ellos siempre están incluidos, nosotras a veces.
Y yo digo que de ahí viene la famosa ‘intuición femenina’, de pasarse toda la vida adivinando por el contexto: ‘¿Me estarán nombrando? ¿Estaré yo?».
El texto es de una Asociación Civil llamada «Enfoque De Igualdad Ac» (sic), que se dedica supuestamente a la Investigación, Capacitación y Promoción de la perspectiva de género (no entiendo el criterio de quien escribió esto en lo que se refiere a mayúsculas y minúsculas, pero en fin).
Y el problema es que no parecen ser una AC muy cuidadosa con sus estudios y trabajos. Vamos, ni siquiera se tomaron la molestia de entender que el idioma español es así desde hace muchos más años que cualquier movimiento de liberación femenina y que, además, los idiomas tratan de expresar ideas, no de hacer una lucha de género. Pero el relato parece querer demostrar la incomodidad de quien lo escribe porque para dicha persona, los niños siempre son incluidos y las niñas no necesariamente. Con respecto al relato en cuestión, si la niña se confunde, ya entenderá cuándo se habla genéricamente y cuando no. Y lo mismo podría decirse de los verbos irregulares. Enseñen a los niños (genérico, niños y niñas, por supuesto), los verbos regulares y cuando encuentren uno irregular, probablemente lo conjuguen mal. Ya aprenderán a conjugarlo bien sin duda.
Los idiomas, como el español, es en muchas expresiones machistas. Cuando se habla de los «avances del hombre», se refiere a los avances de la raza humana, que incluye hombres y mujeres. Decir «los avances del hombre y la mujer» es finalmente estúpido. Y de hecho, ahora que estamos en época electoral, he escuchado a la candidata independiente, Margarita Zavala, decir cosas como «cuando yo sea presidenta», expresión errónea, porque es «presidente» y se utiliza igualmente para este cargo como para cuando se habla de estudiantes. No decimos, «soy estudianta», ¿verdad? Y si vamos más lejos, todo esto es una tontería discutirlo pero pensándolo bien, ¿no debería ser ‘tonterío’? digo, ¿por aquello del enfoque de igualdad?
Resumiendo: tal vez todas estas libertades sean fantásticas pero tienen sus contras. Digamos que hoy en día la información llega a manos llenas y tenemos que depurar lo bueno, de lo malo y de lo feo. Las verdades ya no son de unos cuantos que antes tenían acceso a opinar y publicar. Sería sensacional, pienso, que nos hiciésemos más responsables de lo que publicamos en Internet.