Ayer, revisando algunas cajas con software antiguo, libros, diskettes, fotocopias, manuales voluminosos, encontré gran cantidad de discos de 5.25 pulgadas cuya capacidad es de más o menos 380 KBytes, sí, KBytes. Hoy en día muchas fotos ocupan cada una de ellas esta cantidad de bytes y si vamos a esto, en uno de estos discos flexibles quizás nos habrían cabido un par de fotos a lo más. Hoy, la cantidad de información que recibimos -incluso en el teléfono inteligente- supera por mucho la capacidad de almacenamiento que había en los años ochentas del siglo pasado.
Me pregunté entonces ¿qué información contendrían esos “floppy-disks” de 5.25? Desde luego que estaban etiquetados y en algunos casos estaba escrito “documentos”, “tesis”, “juegos”, “código fuente”, pero esto no me daba más que una pista sobre lo que podrían contener. Sabía yo, por ejemplo, que en alguna ocasión decidí usar un procesador de palabras llamado PC-Write, el cual me parecía estupendamente escrito y era muy ágil. Todos mis documentos estaban en ese procesador de palabras que funcionaba en modo texto, era “shareware” y francamente me parecía una joyita de la programación.
Entonces pensé que debía haber manera de rescatar estos datos. Lo primero que hice fue buscar en Internet algún dispositivo que permitiese conectar una unidad lectora de 5.25 pulgadas al Windows moderno y así poder leer y copiar los archivos que pudiesen rescatarse de esos viejos diskettes flexibles. Hay uno, cuesta como 50 dólares pero no contiene la unidad de 5.25 y además, a ésta hay que alimentarla por fuera. Pero bueno, una solución ya era factible (aunque implicaría comprar el dispositivo, esperar a que llegase y suponer que funcionaría adecuadamente).
Otra opción era la de hallar una unidad de 5.25 pulgadas que se conectara vía USB a la computadora y entonces funcionara como una unidad de almacenamiento externa. Para mi sorpresa, hallé que no la hay y la realidad no entiendo muy bien la razón técnica. No creo que no pudiese escribirse un “driver” para este eventual dispositivo. Hay, por ejemplo, unidades de 3.5 pulgadas que se conectan a una PC moderna (con Windows 7 en adelante), por unos 300 pesos máximo.
¿Qué otra opción queda? Pensé que quizás alguien tuviese una PC viejita, con MsDOS, que tuviese unidades de 5.25 y quizás, con suerte, una unidad de 3.5 pulgadas porque dudo que estas máquinas con MsDOS tuviesen puertos USB. Tal vez si esas PC se pudiese conectar a Internet podría salvar el día mandando por correo la información que pudiese rescatar de estos diskettes que ya por mera curiosidad, me gustaría saber qué contienen (uno de ellos, por ejemplo, contiene en TeX mi tesis de licenciatura, eso seguro).
Una opción final es contratar el servicio de alguna empresa en México que haga precisamente este trabajo de recuperación de datos. ¿Cuánto costará revisar unos 100 diskettes que me parecen podrían tener información de interes? No lo sé. Por otra parte, hay un problema no mencionado pero que sin duda puede ser una dificultad real. Esos diskettes tienen ya años guardados. ¿Habrán mantenido la información sin errores? ¿Podrán ser leídos o marcarán que se han perdido sectores o que quizás simplemente son ya inservibles?
Pero bueno, ¿algún lector de unocero tiene aún una computadora como la que requiero? ¿Alguien sabe quién puede dar este servicio? El asunto es que cada día me convenzo más que para no perder información hay que ir respaldando de manera sistemática. ¿Sale una nueva tecnología de almacenamiento? Úsese y cópiese toda la información que nos se relevante. Porque sino, empezamos a perder nuestra memoria histórica personal. Pensemos por ejemplo cuando se podía grabar en video en formato Betamax o VHS… ¿Dónde quedaron esas grabadoras y reproductoras de cassetes de video? Ya no hay. Y puedo apostarles que más de uno de ustedes, los lectores, tendrán por ahí videocassetes con eventos grabados por ustedes mismos o sus padres. Este parece ser un eterno problema para seguir conservando la información que nos es relevante.