La historia de la humanidad bien podría dividirse en un Antes de Internet y un Después de Internet. La razón es simple: de pronto todos empezamos a tener acceso a información de manera casi abrumadora.
Más aún, gracias a Internet, muchos comenzaron a crear sus propias páginas con la información que consideraban relevante. Surgieron los blogs. Luego llegaron las redes sociales, como Facebook y Twitter. Y, de pronto, todos empezamos a tener voz e interacción continua en la red de redes.
Pero esto no puede ser bien visto por los gobiernos, no importa si son totalitarios o democráticos. Porque, al final del día, el control se empieza a perder y pocos dimensionaron el rol que tendrían las redes sociales.
De ser algo así como un lugar para intercambiar chismes, bromas, fotos simpáticas, de repente las redes se convirtieron también en un espacio de ciudadanos que compartirían posturas políticas.
Pues bien, la nota interesante es que el gobierno de los Estados Unidos, país donde se habla de que hay libertad como en ningún otro (cosa que para mí es falsa) está buscando implementar nuevas de formas migratorias que incluyan datos de las redes sociales de los ciudadanos que ingresen al país.
La idea es que esta información sea añadida al Sistema Electrónico para la Autorización de Viajes (ESTA, por sus siglas en inglés), y para la forma CBP I-94W, que es la visa de no inmigrante para entrada y salida del país (Nonimmigrant Visa Waiver Arrival/Departure).
Por el momento, será opcional el proporcionar esta información al agente aduanal, pero si usted se niega a brindar estos datos, podrían considerarlo sospechoso y quizá llevarlo a un cuartito para hacerle alguna entrevista adicional. Algo que ya como amenaza suena muy lamentable pero que bien podría pasar.
“La recolección de datos de redes sociales mejorará los procesos existentes de investigación y proveerá más claridad y visibilidad de las actividades (de las personas)”, argumentan.
Por supuesto que esto es ridículo. Un extremista no va a dar información veraz en todo caso. Entonces, ¿para qué recolectar información de las personas que probablemente jamás amenacen al país? Quizá por un mecanismo de control, porque ya las cosas no son como antes y siempre puede haber brotes de descontento y ningún país quiere que la situación se le salgan de las manos.
¿Qué pasaría si alguien comparte sus datos de Facebook y los agentes de los Estados Unidos se dan cuenta de que, quien dio los datos, usa un apodo, un nombre falso, o miente sobre su edad, o pone fotos que no son del dueño de la cuenta, etcétera? ¿Lo meterán preso por esto? Estas preguntas muestran lo absurdo de una medida de control que realmente no controla nada.
Vamos a ver en qué termina esto. Mientras tanto, especulemos: una medida como la que buscan incluir para que la gente dé más datos, ahora de sus redes sociales, está francamente fuera de lugar. Ni controla nada, ni sirve, y además, puede provocar un sinfín de malos entendidos.
Recuerden qué ocurrió cuando en México los legisladores trataron de obligar a los ciudadanos a enviar un mensaje de texto con el nombre y número celular del propietario para registrar su línea telefónica móvil. Hubo mucha gente que puso nombres como Cantinflas, o del entonces presidente Felipe Calderón. Fue tan estúpida, que tuvieron que quitarla.
Referencias: TechEye