La piratería parece un mal provocado por los consumidores de contenidos. Hay piratería en las calles, en muchas esquinas de la ciudad de México, por ejemplo, en donde se venden todas las películas que existen, desde las que están en cartelera hasta las de culto, las clásicas. Si uno se sube al Metro verá un ejército de vendedores ambulantes que vagón por vagón ofrecen las mejores obras musicales del “príncipe de la canción”, el último CD de Luis Miguel, o los conciertos para violín más bellos de todos los tiempos, entre otros, todo a precios imposibles de hallar en las tiendas: 20 pesitos.
La industria de contenidos (llámese películas, videos, música y/o libros), siempre le echan la culpa a los consumidores, los cuales no parecen comprender que no pueden andar compartiendo sus archivos mp3 o sus libros en formato ePub o PDF. Pero de verdad, ¿es el consumidor final el culpable del problema de la piratería? No necesariamente en mi opinión. He aquí algunas razones:
Los proveedores de internet se anuncian en los medios hablando sobre lo que puedes hacer en la red de redes: descarga música, comparte videos, usa las redes sociales, etc. Y ya uno se pregunta: si descargar música está literalmente prohibido (a menos que el cantante decida compartir su material), entonces la propaganda es engañosa porque como se están poniendo las cosas, bajar música casi lo convierte a cualquiera en un delincuente. Si bajo un video de youtube o una película de un sitio peer to peer entonces puedo ser catalogado como un criminal en potencia y si acaso, debo verlo solamente yo, aunque la esencia de la vida tenga mucho que ver con el compartir información con otros.
La creación del formato mp3, que tantos megas y megas de almacenamiento nos ha evitado usar, llegó para quedarse pero gracias al mismo las canciones se pueden escuchar sin pérdida de fidelidad (al menos no lo nota quien escucha) y ocupar poco espacio de memoria. Antes una rola en el formato de los CDs de música ocuparía unos 20 a 40 megas. Ahora si acaso 4 megas. Gracias al mp3 se nos ha hecho más simple, rápido y eficiente mandar por medios electrónicos, correo, ftp, por ejemplo, la música que nos gusta a nuestros amigos.
Los fabricantes de hardware también han colaborado haciendo unidades grabadoras de CDs y DVDs. Antes de esto quien quisiera grabar un disco de música lo podía reproducir en un cassette de audio, pero si éste se copiaba a su vez, poco a poco se iba perdiendo calidad. Gracias a los fabricantes de reproductores de CDs y DVDs las copias salen idénticas al original (así que no es cierto que una copia pirata puede dañar tu reproductor de DVDs como ciertos creadores de contenidos nos han querido hacer creer).
Apple, con su tienda iTunes ha hecho su parte. Antes, quien quisiese hacerse de una canción en particular tenía que pagar por un CD que contenía de 10 a 12 canciones, aunque sólo le interesase una sola canción. Gracias a iTunes la industria disquera vende las canciones unitariamente, con la subsecuente pérdida económica porque no hay que gastar una decena de dólares más por tener la canción que nos gusta o la que está de moda. Este cambio de modelo de negocios en el cual Apple lleva la batuta, sin duda colaboró a que las disqueras tuviesen menos ingresos.
Los fabricantes de software también han puesto su granito de arena. Escriben programas para usar las unidades grabadores de CDs y DVDs de maneras por demás eficientes. Estos programas pueden hacer imágenes bit a bit de esos discos para después transmitirlas por la red. Igualmente han creado rippers, programas que permiten leer los discos de música y convertir sus canciones en el formato mp3. No se necesita ninguna capacidad técnica para esto y cualquiera que sepa usar una computadora de la manera más elemental lo puede hacer.
Y ustedes dirán: bueno, pero los grabadores de DVDs no se hicieron para copiar discos con derechos de autor, así como el software para controlar estos dispositivos. Y tampoco quienes inventaron el formato mp3 habrán pensado que esto provocaría este oleaje de la piratería. Supongamos por un momento que es así pero si nos han dado todos los recursos, de hardware y software para duplicar todo género de información. La mesa está puesta y siendo así, ¿quién no se sienta a comer?
La mejor analogía que encuentro es que nos inviten a un banquete a comer y cuando llegamos no podemos siquiera probar los alimentos. Todo está listo, vasos de vino, botellas descorchadas, suculentos manjares pero no, tenemos prohibido acercarnos a la mesa y si probamos el alimento es nuestra culpa. Ajá.
Yo no dudo que el consumidor final de contenidos también colabore en el problema de la piratería, pero seamos honestos: no son los únicos culpables. Habría que repartir las culpas a todos los actores involucrados en esta obra. Que no nos quieran engañar.