Hace unos días se generó una alarma por la llegada del huracán «Patricia» el cual, se decía, era el huracán más fuerte de toda la historia de la humanidad. Patricia iba a pasar por el territorio mexicano y el gobierno estaba haciendo todo lo posible por tomar las previsiones necesarias. Se reunió el gabinete para discutir las medidas. Se usaron las redes sociales para informar a la población. Los noticieros no hablaban de otra cosa y como fondo tenía unas imágenes de un huracán gigantesco y devastador. En Facebook se publicaban imágenes de la Estación Espacial Internacional que parecían impactantes. Bueno, la cosa parecía gravísima.
Pero nada pasó. Patricia tocó tierra y por arte de magia se degrado a tormenta tropical. Las peores previsiones fueron aparentemente infundadas. Esto, desafortunadamente, dio pie a dudar de la promoción mediática con la que «inundó» el gobierno sus acciones. Hubo el «sospechosismo» ya habitual en el mexicano y se empezó a pensar que ni era tan grave el problema y que tampoco era Patricia el huracán más mortífero de la historia.
Enrique Peña Nieto destacó la fe del pueblo de México en sí mismo y su unidad, que se unió con cadenas de oraciones e incluso solidaridad, con creación espontánea de centros de acopio para afrontar la llegada del huracán Patricia, que en buena medida permitieron superar esta crisis.
Y de inmediato surgieron las críticas, totalmente justificadas, pues asignarle a la divinidad el habernos salvado, previas cadenas de oraciones, es regresar al oscurantismo. Para empezar, si existiese tal divinidad, ¿por qué nos mandó un huracán? Pero más allá de eso, habría que tomar una actitud más científica. ¿Pueden las cadenas de oraciones hacer un cambio? ¿Qué hay de quienes rezan para ayudar a quien está enfermo, o a quien tienen que intervenir quirúrgicamente? ¿Será posible que las oraciones produzcan una diferencia?
Si nos remitimos a la mecánica cuántica, sabemos que el observar un experimento afecta los resultados de éste. Y si esto pasa en partículas subatómicas, ¿no pasará en los eventos cotidianos? ¿Cómo podríamos probar que esto ocurre o bien que es un simple mito que se ha eternizado de generación en generación?
No soy el primero que ha pensado en esto. Hay muchos estudios que demuestran que no hay efecto en el rezar o al menos, siquiera un pequeño efecto. Por ejemplo, en 14 estudios del 2006 se concluyó que no hubo un efecto discernible. Sin embargo, en el 2007, en 7 de 17 estudios tuvieron un efecto pequeño pero significativo en esto de orar por alguien. No obstante esto, se hizo notar que los estudios más rigurosos no mostraron nada significativo en sus resultados.
Hay estudios que datan de 1872, donde el científico victoriano Francis Galton hizo el primer análisis estadístico. No halló que rezar sirviese para algo. Más de 100 años después, Byrd -en 1988- usó a 393 pacientes de la unidad del área de coronarias del Hospital General de San Francisco. Los hallazgos de Byrd pueden resumirse en que parece haber un efecto y que éste es benéfico para los enfermos. La reacción de la comunidad científica fue mixta. Algunos dudaron de su rigor para el trabajo realizado. Otros concluyeron que esto no tenía ningún pero.
Harris, en 1999, decidió replicar los hallazgos de Byrd pero en condiciones experimentales más estrictas, donde notó que los resultados del este investigador no fueron totalmente ciegos y concluyó, después de un trabajo muy cuidadoso, que no era posible repetir los resultados de Byrd y que además, los resultados favorables podían explicarse por probabilidad.
Hay otros estudios, pero el consenso general indica que no parece servir de nada orar. Sin embargo, considerando esto, decidí realizar mi propio experimento. Escribí un programa simple que busca hallar si el concentrarse en un número pudiese cambiar el resultado de la elección azarosa del 0 al 9 en la computadora. El mecanismo funciona así:
- Se le pide un número al usuario (del 0 al 9)
- Se le da un tiempo determinado para que se concentre (rece), pidiendo que ese número es el que eligirá la computadora al azar
- Al terminarse el tiempo, el sistema arroja el número elegido al azar y lo despliega (en rojo si la elección del usuario no fue la de la máquina y en verde si el usuario acertó al número elegido al azar)
- El sistema lleva una bitácora de experimentos realizados para estudiarse posteriormente.
Si existe una correlación entre el número que pide el usuario que salga contra el que salió, podríamos pensar que hay un elemento más allá de la simple estadística. En términos de probabilidad, un usuario podría acertar 1 de cada 10 intentos. Quizás acertar 2 de 10 sea relativamente significativo pero 6 o 7 de 10 veces sería ya para pensarse.
A quien le interese el programa, puede pedírmelo a morsa@la-morsa.com y se lo mandaré por correo electrónico.
Referencias: