Gracias a Internet y al acceso que la red de redes ha dado a los usuarios de la misma, ha surgido una nueva raza de personas, las cuales han decidido que están obligadas a comunicar, vía archivos de PowerPoint, todo género de información. Así, hay quienes en sus diapositivas, ilustradas adecuadamente, nos mostrarán cómo saber si alguien tiene un ataque cerebral, o bien, nos enseñarán las maravillas arquitectónicas del hotel Burj de Dubai, Emiratos Árabes, chistes de todos colores y géneros o incluso, nos mandan fotografías de las mujeres más hermosas, con o sin ropa, entre tanta y tanta información que circula por la red.
A mí me llama la atención que todos estos personajes que usan PowerPoint con esa intención, pierdan su tiempo en estas labores. ¿Cuál es la motivación para sentarse un par de horas, acomodar las diapositivas, quizás poner los textos adecuados a las mismas y entonces tener una docena o más de ‘slides’ de PowerPoint para compartir con el mundo? Después de meditarlo un poco, creo que la motivación puede ocurrir en dos vertientes:
- Por una parte, el autor del PowerPoint quiere pasar a la posteridad y entonces lo firma e incluso, deja su correo electrónico, probablemente con la intención de que todos le aplaudamos su esfuerzo.
- Quiere que su “obra de arte” se transmita a todo lo largo y ancho de la red Internet.
Pero sea cual sea la motivación del creador de todos estos simpáticos y muchas veces inútiles PowerPoints, hay algo claro: todos piden de alguna manera que transmitamos a nuestros contactos de correo el archivo que nos han enviado, ya sea expresamente, ya sea como amenaza de si no hacerlo, nos caerá alguna plaga, o bien como súplica indicando que es por el bien de todos.
Este mismo comportamiento se observa cuando alguien manda un correo para advertir sobre un virus que -ahora sí- no tiene solución y puede quemar el disco duro de la computadora, destruir nuestros preciados archivos y que infecta diez máquinas en la red por segundo. Yo no sé de dónde sale tanto samaritano que ha decidido ayudarnos aunque no se lo pidamos. Pero lo más grave del caso es que casi nunca estas cartas amenazantes de un virus resultan ciertas. Vaya, eso de que el supuesto virus que está haciendo estragos no tiene cura es obviamente falso. Los virus computacionales solamente pueden introducirse por una serie de mecanismos conocidos y nadie ha logrado introducirlos a un sistema de cómputo por medios que sean ajenos a los que ya sabemos que existen. Pero de nuevo ocurre un fenómeno: la gente sin pensar da click y lo manda a sus contactos, porque no cuesta nada, porque es gratis y quizás porque ¿qué tal que es cierto? (desde luego no pierden su tiempo investigando si la información dada es para tomarse en cuenta o no. Un caso conocido fue el del personaje que hizo un video sobre el Amero, una supuesta moneda que haría que el dólar desapareciese, en una medida del Gobierno Norteamericano que aunque extraña, implicaba hacer a todos los norteamericanos más pobres. Por supuesto que este farsante no pasó la prueba del tiempo – el video puede verse aquí).
Igualmente, hay todos esas buenas personas, casi siempre de alguna religión, que se han dado a la tarea de mandarnos cartas (y PowerPoints también desde luego), con historias dramáticas en donde Jesús, Dios, o la deidad en turno, resuelve un problema de vida o muerte.
Y así podría seguir enunciando toda esta gente que usa la red para proselitismo político o religioso, o para mandar cuanto chiste le han contado, o quizás, para denunciar un hecho penal, etc.
Lamentablemente, en todos los casos, parece ser que lo único que les interesa es lo que ya he recalcado: que se reenvíe esta información a todos los posibles contactos. Éste es finalmente, el factor común de todos estos personajes de esta raza de PowerPoint.