Puede haber buenas razones para mandar un correo anónimo: confesarle el amor a alguien, buscar algún consejo o simplemente jugarle una broma a un amigo. Pero hay también muchas razones que pueden ser peligrosas para los destinatarios: amenazas, distribución de pornografía infantil o el enviar virus, por nombrar algunas. Los sistemas policiacos actuales usan con frecuencia la dirección IP para localizar dónde se originó el correo en cuestión, aunque resulta más difícil saber quién efectivamente lo envió. Ante esto, un grupo de investigadores dicen haber desarrollado una nueva técnica, más efectiva, para determinar la autoría de correos anónimos que incluso puede, en los países desarrollados, servir de evidencia en la corte.
En un intento por combatir el incremento de los ciber-crímenes en donde hay involucrados correos anónimos, el profesor Benjamin Fung, del departamento de sistemas de información e ingeniería, de la Universidad Concordia, de Quebec, experto en manejo de datos, junto con un grupo de colegas desarrolló un novedoso método para atribuir la autoría de un correo basado en técnicas similares a las que se usa en el reconocimiento de la voz. Su enfoque se basa en identificar patrones frecuentes y combinaciones únicas que ocurren una y otra vez en los correos sospechosos.
La técnica trabaja primero identificando los patrones usados en correos escritos por el sujeto. Cualquiera de estos patrones que se encuentran en correos de otros sujetos son filtrados, dejando los patrones que son únicos al autor del correo que está siendo analizado. Estos patrones que quedan, son los que constituyen -de acuerdo a los investigadores- lo que llaman “la impresión escrita” (write-print) del sospechoso, un identificador que busca ser similar al de la huella digital.
“Digamos que un correo anónimo contiene ciertos errores ortográficos o faltas de ortografía, o está escrito todo en minúsculas“, dice Fung. Usamos estas características especuales para crear un perfil “write-print“. “Usando este método, podemos determinar con un muy buen grado de precisión, quién escribio el correo en cuestión e inferir el sexo, la nacionalidad e incluso el nivel de educación del autor del mismo“.
Fung y sus colegas probaron su técnica examinando un conjunto de correos de Enron, una colección con unos 200 mil correos reales de 158 empleados de la corporación Enron. Usando una muestra de 10 correos escritos por cada uno de diez sujetos, 100 correos en total, fueron capaces de identificar la autoría con una precisión de entre 80 y 90 por ciento.
“Nuestra técnica fue diseñada para entregar evidencia creíble que puede ser presentada en la corte“, dice Fung. “Para que la evidencia sea admisible, los investigadores necesitan explicar cómo es que llegaron a esas conclusiones. Nuestro método nos permite hacer esto“.
Fuente: GizMag