Tanitoluwa, mejor conocido como «Tani», quien hoy día vive con su familia en un campamento para personas sin hogar en Manhattan, y que tienen una petición de asilo aún pendiente, empezó a aprender ajedrez en el 2018 apenas. La pasión por el mismo fue instantánea y como alguna vez dijo el excampeón mundial Mijaíl Tal: «con el primer contacto con el ajedrez pasa lo mismo que con la gripa. Uno es inoculado con el virus del ajedrez y aunque uno no lo sabe, ya está contagiado de por vida».
Tani toma muy en serio el juego ciencia, y ya tiene 7 trofeos al lado de su cama improvisada. «Quiero ser el gran maestro más joven del mundo», le dijo a Nicholas Kristof, del New York Times. Y como está progresando, más de uno piensa que podría cumplir con su sueño.
La familia de Tani ha escapado del terrorismo en Nigeria, particularmente por sus creencias religiosas que lo han convertido en posible víctima de un grupo terrorista llamado Boko Haram, quien tiene amenazados a los creyentes. La familia nigeriana llegó a los Estados Unidos, en donde el pastor de la ciudad de Nueva York ayudó a Tani, a sus padres y a su hermano mayor, consiguiéndoles refugio en una casa para quienes están en situación de calle.
El padre de Tani encontró dos trabajos y su madre calificó para ayudar en tareas sanitarias en casa. Tani fue entonces registrado en la escuela elemental, P.S. 116. Por fortuna, en dicha escuela había clases de ajedrez y Tani enseguida se sintió atraído a las mismas.
La madre del pequeño, Oluwatoyin Adewumi, estuvo de acuerdo con que se uniera al club de ajedrez, pero primero contactó a los dueños del mismo para explicarle su situación financiera. Russell Makofsky, quien regula el programa de ajedrez, lo eximió de las cuotas: «Tani es rico más allá de toda medida», comentó, refiriéndose no a las circunstancias económicas de sus padres, sino al apoyo que tiene de su familia.
En su primer torneo, Tani era el de más bajo Elo (una puntuación que indica la fuerza de ajedrez de cada jugador, también denominada rating), de 105 jugadores. Doce meses después su Elo era de 1587 puntos (un jugador de cuarta fuerza pero no olvidemos que tiene escasos 8 años). La directora de la escuela, Jane Hsu, ha dicho que «Tani es un ejemplo inspirador de cómo los retos en la vida no definen a la persona«, aludiendo a las difíciles circunstancias que han pasado sus padres. La madre del chico lo acompaña en las sesiones de tres horas de ajedrez que recibe en Harlem. El padre de Tani le ayuda a perfeccionar su ajedrez usando una laptop. Ambos padres reconocen la verdad del mantra que dice: «La práctica hace la perfección:», y bajo ese criterio incluso se le ha permitido al chico no ir los domingos a la Iglesia para dedicarse al ajedrez.
Las circunstancias como alguien que pide asilo en los Estados Unidos no son sencillas. Muchas veces Tani fue maltratado por estar en condición de calle por sus propios compañeros, es decir, fue víctima del bullying. Pero Tani, ha dicho, se siente estadounidense geográficamente y figurativamente. El ajedrez es para Tani también una forma de distracción inteligente de las contingencias de la vida diaria.
Shawn Martínez, el profesor de ajedrez de Tani, le admira por su ética única en el trabajo. «Hace diez veces más ejercicios que el promedio de los chicos», indica Martínez. Makofsky, por su parte, comparte la admiración de Martínez: «Un año para llegar a este nivel», dijo y agregó: «es como escalar una montaña y ser el mejor de los mejores, sin recursos familiares. Nunca había visto nada así».
Desde que se publicó la historia de Tani, se abrió una cuenta en GoFundMe, quien pidió apoyo en donativos para el chico y en un par de días se llegó a la increíble suma de 50 mil dólares. «Los Estados Unidos es un país de ensueño», dijo el padre de Tani, «Gracias a Dios donde vivimos es la ciudad más increíble del mundo».
Lo que sí está claro es que si esta familia no hubiese huido de Nigeria, el potencial talento de Tani simplemente no podría haberse siquiera bosquejado.