El Bolsón de Mapimí es una gran extensión de tierra ubicado en el estado de Durango, la cual estuvo sumergida bajo las aguas del llamado Mar de Thetis, como lo demuestra la gran cantidad de fósiles marinos que se encuentran en ella.
En su parte central se localiza un área que desde hace décadas ha despertado un interés inusitado y que ha sido bautizada como Zona del Silencio. La historia comienza a principios de los años setenta, cuando un cohete de la NASA, el Athena, al parecer perdió el control y fue a caer en la región.
De inmediato un equipo de especialistas estadounidenses llegó para localizar el artefacto y contrataron algunos lugareños para ayudar a peinar la zona. Curiosamente, a pesar de todos los recursos empleados, incluyendo aviones, la búsqueda se prolongó por varias semanas.
Finalmente, localizado el cohete, se tendió un corto tramo de vía para sacar los restos del aparato y, además, bajo el supuesto de que estaban contaminadas con desechos radiactivos, se embarcaron varias toneladas de tierra del área vecina al lugar del impacto.
Las operaciones se realizaron bajo un fuerte dispositivo de seguridad, de manera que ni los lugareños pudieron ver los restos del cohete. Tanto misterio despertó sospechas y originó rumores. Poco después, un lugareño dijo haber localizado una zona en la cual no se escuchaba el radio.
El fenómeno fue investigado por especialistas de la ciudad de Torreón. Surgió entonces la hipótesis de la existencia de una especie de cono magnético sobre la región que provocaba ionizaciones en la atmósfera que bloqueaban la transmisión de las ondas de radio, aunque también existen mitos de que ahí viven mutaciones de flora y fauna y que incluso es un lugar predilecto de aterrizaje de extraterrestres, esto por su coincidente alineación perfecta con el Triángulo de las Bermudas y las pirámides de Egipto.
La verdad es que la zona es, en efecto, una reserva ecológica para proteger las especies ambientadas en ese clima desértico, que en algunos casos son únicas y en peligro de extinción (aunque no mutantes). Esto ocurre por ejemplo con la tortuga de Mapimí, la más grande de América del Norte, o con el nopal morado, especie de cactus originario de esta zona, que adquiere esa tonalidad en la época de sequía.
Pero volviendo al tema de la zona anómala que muchas personas dicen que existe en esta parte del desierto, en realidad es un engaño, resultado de la charlatanería y la especulación sin fundamentos. Supuestamente existen testimonios de personas que aseguran haber sido testigos de anomalías en aparatos de telecomunicación, brújulas averiadas e incluso avistamientos de luces extrañas.
Pero la verdad es que detrás de todo esto, sólo hay un motivo: el hambre. El hambre de aquellas personas que para tener que comer, inventaron todas estas historias como forma de atraer a más turistas a la zona, quienes en busca de experiencias paranormales, pagan una buena cantidad de dinero a los guías. De hecho, en varias entrevistas, los pobladores cercanos a la zona han dicho que nunca han tenido ningún problema en el ámbito de las telecomunicaciones.
También, debido a que se dijo que existía una gran mole de hierro magnético debajo de la tierra, Pemex, Hylsa (Hierro y Lámina) y Altos Hornos de México (Ahmsa) hicieron, con fines comerciales, amplias investigaciones geofísicas con magnetómetro, pero al no hallar anomalías, se descartó la hipótesis. Al mismo tiempo, se dijo que había una enorme masa de rocas más pesadas que lograban la desviación de los meteoritos hacia esa zona.
Los geofísicos de Pemex necesitan saber la posición de las rocas ígneas abajo de los sedimentos marinos, a lo que llaman basamento, para limitar sus exploraciones por petróleo, pero en ninguna parte encontraron anomalías gravimétricas en la zona y se desechó también esa idea mítica.
De hecho, sobre esta leyenda que dice que ahí caen más meteoritos que en otras partes del mundo, varios reporteros han preguntado a los residentes de los ejidos cercanos si habían visto caer algunos meteoritos en los 30 o más años de residir ahí, y dijeron no haber nunca visto caer ninguno.
Así que ya lo saben, si es que deciden ir a la Zona del Silencio, no crean en todas estas cosas absurdas y mejor admiren sus hermosos paisajes, sus animales y plantas exóticas, y aprovechen para voltear al cielo y ver las estrellas de noche para darse cuenta de que los verdaderos misterios están allá arriba en el universo y no aquí en la Tierra.