Hoy, el desarrollo de nuevos dispositivos y de tecnologías como el WiFi ha impulsado la movilidad y la conectividad de las personas, por lo que a través de su computadora o su teléfono pueden mantenerse comunicados. Pero hay un sector de la humanidad que parece que todavía no evoluciona a ese nivel: los godínez.

Para los que no lo sepan, suele llamarse “godínez” a los oficinistas y burócratas, aquellos que pasan de ocho a 10 horas encerrados en una oficina sin importar si tienen mucho o poco trabajo, y que deben cumplir un horario estricto de entrada y de salida.

La Ciudad de México es una de las urbes más godínez del mundo, porque el centralismo ha provocado que en ella se establezcan grandes corporativos nacionales e internacionales, las universidades más grandes del País, todas las oficinas de Gobierno (¡hasta la Secretaría de Marina tiene sede aquí!) y para acomodarlos se han creado grandes concentraciones, como Santa Fe, Polanco o hasta Las Lomas.

Pero lo que se les ha olvidado crear para recibir a estos millones de godínez en la ciudad son las vías de acceso suficiente, por lo que llegar a lugares como Santa Fe en coche o a Polanco en Metro es un verdadero suplicio que hace malgastar vidas enteras y genera estrés y frustración, por decir lo menos.

Los largos traslados de los godínez generan contaminación (en coche o en transporte público, porque las calles están llenas y el tránsito vehicular se detiene), pero otras cosas tan simples, como usar saco y corbata, ¡también generan contaminación!, porque ese código de vestimenta obliga a que las oficinas deban estar más ventiladores, generando mayor gasto de energía en aire acondicionado.

Además, una de las prestaciones más comunes y más valoradas en las empresas y oficinas de gobierno es: ¡el coche!.

Hay otras costumbres, como forzar a los trabajadores a estar en una oficina con un estricto horario de entrada y de salida, y que además coincida con los mismos horarios de las demás personas, lo que provoca que se generen las “horas pico”, es decir, obligan a que millones de personas estén en las calles transportándose al mismo tiempo.

Y así podemos seguirnos con el gasto de energía eléctrica, el aumento de la comida callejera y otras cosas que podrían parecer exageradas, pero que de una u otra forma generan contaminación, atentan contra la movilidad y demás.

Aquí es donde la tecnología puede ayudar a solucionar el problema de la contaminación con algo que requiere de un importante cambio de mentalidad en las personas: el home office.

Hay quienes piensan que trabaja en casa puede ser una especie de vacación (como cuando incapacitan a Homero Simpson por su sobrepeso), pero la realidad es que ayuda a evitar que millones de personas circulen en las calles al mismo tiempo haciendo largos viajes para ir a encerrarse a una oficina en la que sólo se sentarán frente a una computadora durante nueve horas. ¿No podría hacer lo mismo con esa misma computadora pero en su casa?

Para los que no tienen espacio para trabajar en su casa o simplemente “no se acomodan” en ella, se podría impulsar la creación de espacios de coworking y convertir el pago de esos lugares en una prestación que seguramente le saldría más económico a muchas empresas en vez de pagar una renta y mantenimiento en Santa Fe.

Para los patrones que quieran tener más checaditos a sus empleados, existen tecnologías como FaceTime, Skype o Hangout que son gratuitas, pero también existen soluciones más robustas (como algunas creadas por Cisco o Microsoft) que permiten hacer maravillas sin importar las distancias. Lo peor es que muchas de las compañías que obligan a sus empleados a cumplir con un horario de oficina, ¡ya cuentan con esos desarrollos desde hace muchos años!

Obviamente hay trabajos que requieren presencia física, pero yo únicamente me estoy refiriendo a aquellos trabajos de oficina que, sinceramente, se pueden hacer desde cualquier parte. Sacar de circulación a esos millones de personas, seguramente ayudará a resolver problemas de contaminación como los que hemos estado viviendo los chilangos estos últimos días.

A esto se le deben sumar otras acciones, como los horarios escalonados, la ampliación de horarios de servicios como bancos o guarderías, y, sobre todo, cambiar la mentalidad de los trabajadores y de los patrones para incorporar esta nueva forma de trabajar que requiere mayor responsabilidad y modificar diversos procesos, como la medición de resultados o las prestaciones.

Esto también puede aplicar, por ejemplo, para las universidades, ya que hay clases enteras que podrían tomarse a distancia y así se aprovecharía para ir formando a una nueva generación de trabajadores que no necesitarán una oficina para sentirse productivos u obedecidos.

La tecnología puede ayudar a terminar con los problemas de movilidad y de contaminación, pero también requieren un cambio profundo de la mentalidad de las personas. ¿Por qué no animarse a experimentar con el home office?

Así de simple.

Imagen: tostphoto / Shutterstock