Por muchos años, la tecnología para hacer café estuvo solamente en las grandes cafeteras que tenían los establecimientos como restaurantes y bares. Eran unas cafeteras enormes, que podían hacer una buena cantidad de diferentes tipos de cafés. Sin embargo, con el tiempo, a alguien se le ocurrió que ya era tiempo de que las personas comunes, los seres humanos normales, pudiesen hacerse un aromático café, quizás un capuccino, por ejemplo, sin tener que hacerse de una de esas costosas cafeteras. Y lo que surgió fue la cafetera personal, como la Dolce Gusto, la Nesspreso, entre otras.
Estas cafeteras funcionan con cápsulas plásticas, que contienen el café. La cápsula se pone en un pequeño gabinete y al cerrarlo, un punzón la perfora. Entonces la cafetera manda el agua muy caliente y a cierta presión, pasando por la cápsula y generando la infusión. Con este mismo sistema se puede echar leche (que está en polvo) y que se recupera cuando el agua pasa por la cápsula correspondiente. Así, el fabricante puede crear todo tipo de bebidas que se crean de la misma manera. La cafetera puede dar leche fría o caliente y por ende, hay cápsulas de té, de café, chocolate, etcétera.
Esto sin duda es un gran negocio y hasta donde entiendo el aparato, la cafetera, puede subsidiarse e incluso regalarse (como hace poco hizo Dolce Gusto, regalando una cafetera en la compra de 10 paquetes de cápsulas cuyo costo es más o menos unos 1000 pesos). Digamos que este floreciente negocio funciona como las cámaras de tomar fotografías que Kodak vendió en el pasado. La empresa podía regalarlas porque lo que importaba es que los usuarios tomaran fotografías y fuesen a revelarlas e imprimirlas. Aquí, en el negocio de café, este mecanismo ya está ocurriendo. Digamos que bien podría ser la versión moderna de las impresoras actuales, donde el negocio no es vender la impresora, sino el vender los cartuchos de tinta, que en general cuestan mucho dinero. La ganancia por cm cúbico de tinta es gigantesco.
Pues bien, si el negocio es la venta de las cápsulas de café, los fabricantes de estas cafeteras habrán pensado en cómo hacer para que la gente que adquiere sus productos compre sus cápsulas y no las de otros fabricantes. Para ello hay dos estrategias: 1. tener un envase único que no comparten con otras cafeteras o 2. poder reconocer de alguna manera si la cápsula pertenece a las que fabrica la empresa o si son de la competencia, en cuyo caso la cafetera se niega a hacer el café.
En Estados Unidos la empresa Keurig sacó una cafetera que contiene incluso una pantalla táctil con un menú sobre las opciones disponibles. Si usted se hace de una de estas cafeteras, debe advertírsele que cápsulas de otros fabricantes no funcionarán e incluso, cuando el sistema se da cuenta, manda una pantalla de error, indicando que esa cápsula no sirve para hacer café en ese dispositivo. Esto es como ponerle DRM a las cápsulas de café.
Evidentemente hay cápsulas para café más económicas que las legítimas para la cafetera Keurig y mucha gente le gustaría poder usarlas. Ya han salido en YouTube una serie de hackeos que son realmente triviales, para solventar la dificultad. Esto es equivalente a rellenar los cartuchos de tinta para las impresoras para no tener que pagarle al fabricante de la impresora por otro cartucho “oficial”.
Probablemente la empresa Keurig ya sabe de esto y en sus siguientes modelos buscará refinar su esquema de protección. Porque si finalmente el negocio es vender estas cápsulas de café, estos hackeos para brincarse las protecciones, no los debe tener muy contentos.
Referencias: