Linux es quien manda en el tema del supercómputo. En 1998 apareció Linux en la lista de las primeras 500 supercomputadoras en el mundo. Y hoy finalmente ocurrió que todas las 500 computadoras más rápidas del planeta usan alguna versión de Linux. Las dos supercomputadoras que no usaban Linux, en China, de IBM, corrían AIX, pero ya estas máquinas no están desde noviembre del 2017 en la lista de las 500 más poderosas del mundo.
En promedio, China tiene el liderazgo en la carrera del supercómputo con 202 computadoras, contra las 144 que poseen los Estados Unidos. China además es líder en la cantidad de operaciones por segundo que pueden realizar estos equipos, que es la medida estándar para definir el poder de cálculo de estas súper máquinas. China representa el 35.4% y los Estados Unidos el 29.6% de los flops que pueden calcularse por estos súper ingenios electrónicos. De hecho, no se espera que los Estados Unidos tengan mejoras al respecto, si consideramos que el gobierno actual de ese país parece ser anti-ciencia, por lo que probablemente los chinos mantendrán por algunos años el liderazgo en supercómputo.
La lista de las 500 computadoras más poderosas del mundo empezó en junio de 1993 y Linux era apenas una especie de “juguete” en este campo. En ese entonces ni siquiera existía la mascota Tux de esta empresa.
En 1993/94, en el Centro Espacial de Vuelos Goddard, Donald Becker y Thomas Sterling diseñaron un clúster de 16 procesadores Intel 486 DX4 al que llamaron Beowulf, el cual fue un éxito rotundo y en donde muchas personas e instituciones quisieron replicar el trabajo. De hecho, 437 de las computadoras más poderosas usan un diseño que nació con Beowulf.
Linux apareció en las 500 computadoras más poderosas en 1998. Antes de que Linux tomara el liderazgo, Unix era el sistema que dichas máquinas usaban. Desde el 2003, el Top 500 la mayoría de las supercomputadoras usan Linux. Para el 2004 ya dominaba el panorama en general.
La compañía se convirtió en la fuerza detrás del poder de cómputo que ha alimentado la investigación y la innovación tecnológica”, como se reportó en la Fundación Linux. En otras palabras, Linux domina el supercómputo porque ayuda a los investigadores empujar los límites del poder de cómputo.
Y esto ha ocurrido por dos razones: primero, porque la mayoría de las supercomputadoras son máquinas de investigación, construidas para tareas especializadas en donde cada máquina tiene sus características propias y requerimientos únicos de optimización. Para ahorrar dinero, nadie piensa en desarrollar un sistema operativo particular para cada máquina. Con Linux, los equipos de investigación pueden fácilmente modificar y optimizar el código de Linux para sus propias necesidades.
Por ejemplo, el nuevo Linux 4.14 permite a las supercomputadoras usar el manejo heterogéneo de memoria (Heterogeneous Memory Management (HMM)). Esto permite que los GPUs y CPUs accedan a procesos que comparten el mismo espacio de direccionamiento de la memoria. Exactamente 102 de las top 500 usan este tipo de tecnología.
Y como apunta la Fundación Linux: “el costo de licenciamiento de una distribución de Linux es el mismo, ya sea que se use en 20 nodos o en 20 millones de nodos”. Por ello, los costos en la investigación de supercómputo no se orientan al software del sistema operativo, sino a otros rubros de la propia investigación.
La marca se mantendrá como líder por mucho tiempo en el supercómputo, y quizás pierda su liderazgo cuando las supercomputadoras cuánticas aparezcan o bien, quizás hasta pueda incrementar su uso y popularidad cuando estos procesadores cuánticos tengan sistemas operativos portados de la compañía, por qué no.