El miércoles pasado, la foto de un niño muerto sobre una playa del oeste de Turquía le dio la vuelta al mundo a través de las redes sociales y de miles de portales de medios de información.
Se trató de una imagen captada por la periodista turca Nilufer Demir que mostraba el cuerpo sin vida de un pequeño de tres años que vestía una playera roja, pantalones cortos y zapatos oscuros, quien después fue identificado como Aylan Kurdi.
Él, junto con su hermano de 5 años y su madre, que también murieron, además de su padre, quien sobrevivió, viajaban, junto con otros emigrantes, a Grecia a bordo de un barco que se hundió. Su familia ya había sido desplazada varias veces por culpa de la guerra civil que se lleva a cabo en Siria que ha dejado más de 200 mil muertos y que ha provocado que miles de personas escapen a Europa.
Esta tragedia humanitaria ha tenido gran eco en los medios de todo el mundo, pero nunca como con esta foto que el jueves fue publicada en centenares de periódicos impresos, aunque hubo algunos que se negaron a publicarla por considerarla inapropiada.
Lo cierto es que la foto se difundió de manera masiva en internet y los periódicos tradicionales terminaron recogiendo en sus páginas una noticia que ya se había conocido globalmente unas horas antes.
Asimismo, la periodista que tomó la foto dijo que capturó la imagen cuando vio que ya no se podía hacer nada por la vida del niño y así esperaba ayudar a que esa masacre se terminara.
Como seguramente le pasó a millones de personas alrededor del mundo, cuando vi la imagen en Twitter no pude evitar conmoverme, pero lo que me llamó la atención fue que estaba compartida en las cuentas de miles de usuarios, pero sin contexto noticioso alguno.
Por unos minutos me sentí como un usuario morboso al ver repetida tantas veces la imagen sin encontrar la explicación de lo que representaba. Inclusive los tuíts de medios de información “serios” decían cosas tan ambiguas como “Retratan a niño muerto en la playa” o “Da vuelta al mundo fotografía de niño muerto”.
En las redes sociales, la foto se había vuelto más importante que la noticia misma.
Entender un conflicto humanitario que sucede al otro lado del mundo requiere conocer de historia, geografía y hasta política; pero la imagen de un niño muerto habla por sí sola. Quizá esos retuits sí eran puro morbo.
Alguien escribía “es una foto triste, pero necesaria”, lo cual es cierto, pero también es necesario que se explique el contexto en la que fue tomada, es decir, en medio de un conflicto que ha dejado miles de emigrantes muertos en Europa.
De acuerdo con la BBC, miles de familias sirias han huido de las milicias del Estado Islámico, que 350 mil emigrantes han cruzado el mar para llegar a Europa en lo que va del año y que 2 mil 600 han muerto en las aguas del Mediterráneo. Ningún dato de estos venía en el 90 por ciento de los primeros retuits que vi de la foto.
Dicen que las redes sociales ya superaron al periodismo, pero de nada sirve retuitear una foto tan impactante como esta si no se entiende la historia que lleva detrás.
Hay que encontrar el balance entre la inmediatez y la explicación del contexto en imágenes como esta que circulan en las redes sociales. La humanidad todavía no sabe usar este tipo de tecnología ni sabe qué hacer con la forma tan rápida en la que corren las noticias hoy en día.
Por su parte, el periodismo tiene que reaccionar al mismo tiempo que las redes sociales y lanzar explicaciones serias de lo que acontece en el mundo.
Nos falta mucho para aprender a usar correctamente estas nuevas tecnologías que sirven para comunicar.
Así de simple.