La UNAM no es solamente la Máxima Casa de Estudios de este país, sino la que más contribuye a patentes obtenidas. Del 2006 al 2016, la Universidad más importante de América Latina es la institución que protege más su capital intelectual entre todas las escuelas y entidades de educación superior en nuestro país, de acuerdo al Instituto Mexicano de la Propiedad Intelectual.
Hasta el momento se han otorgado patentes a cerca de 40% de las solicitudes y poco a poco los científicos parecen cobrar mayor consciencia de que son una vía para poner el conocimiento a disposición de la sociedad, a decir de Juan Manuel Romero Ortega, titular de la Coordinación de Innovación y Desarrollo (CID) de la propia UNAM.
Hay datos interesantes: del 2000 al 2007, se solicitaron 74 patentes. Del 2008 al 2015, 318 y 42 en el 2016 nada más en ese año. Esto es un incremento en el promedio anual y el resultado de una política orientada al resguardo del saber generado dentro de nuestra universidad, dijo Romero Ortega.
Y es que las patentes finalmente son un indicador de innovación que se maneja a nivel mundial. En el caos de la UNAM, denota la voluntad de hacer llegar a la población los beneficios de la labor que realizan. «Que crezca el número es positivo y congruente con la política interna, pero tenemos que incrementar el esfuerzo y los resultados», afirmó Romero.
Desde el 2000 y hasta el 2016, las entidades que más solicitudes presentaron fueron: los institutos de Investigaciones en Materiales, Biotecnología e Ingeniería, así como las facultades de Química e Ingeniería, con 45% del total institucional. La mayoría de las solicitudes de la UNAM en las patentes es sobre productos médicos, veterinarios, de higiene, química orgánica, productos bioquímicos y otras disciplinas biológicas.
Algunos ejemplos son: Transkrip, un medicamento para el tratamiento de cáncer cervicouterino, por ejemplo, o bien, un nanocompuesto termoplástico para drenar campos de cultivo. También se tienen diversos compuestos químicos, entre estas patentes.
Hay que señalar que la petición de una patente no es tan difícil como mucha gente cree y la Universidad Nacional ha buscado desmitificar este proceso, amén de que busca ayudar al investigador con su nueva creación, apoyándolo en todo el proceso dentro de la CID.
«Queremos que los investigadores se dediquen a desarrollar sus ideas, a darle sentido a su trabajo, y nuestra función es hacer tareas complementarias, relativas a la gestión y comercialización de
las patentes”, comentó Romero Ortega.
Finalmente quizás sea bueno aclarar que el destino de los recursos recibidos por las patentes universitarias que han llegado a la industria ha sido la reinversión en apoyos para sus creadores, para las entidades de las que surgieron y para la UNAM en general.
Referencias: Gaceta UNAM