Cuando era niño, en cada reunión de adultos siempre salía alguien que comentaba que en Burger Boy/Kentucky Fried Chicken/Tomboy o la cadena que fuera, le había salido un diente/cola/pata de ratón en su hamburguesa/pollo.
Eran finales de los 70 y principios de los 80, cuando no había redes sociales y los medios de información existentes eran pocos, por lo que si alguien de confianza te contaba que el primo de un amigo había encontrado un dedo/ojo en una botella de Coca-Cola/Pepsi/Sidral, le creías.
Con el tiempo, fui entendiendo que eran leyendas urbanas, porque nunca conocí a alguien que le hubiera pasado directamente o que tuviera evidencias de un hecho de ese tipo (una vez un taxista me lo juró por su mamá, pero no lo pudo demostrar).
A principios de los 90, cuando era estudiante, trabajé en un McDonald’s, donde conocí directamente la mayor parte del proceso de elaboración de los alimentos que ahí se sirven, desde cómo hacían el pan en una planta especial de Bimbo o cómo preparaban la cátsup antes de meterla en los sobrecitos, hasta los 10 minutos “de vida” que tenían los alimentos, al final de los cuales, si no se vendían, terminaban en un bote de basura especial llamado “desperdicio”.
No lo voy a negar: sí había empleados que no se lavaban las manos cuando debían o que no seguían los estrictos procedimientos del restaurante, pero en general los alimentos se preparaban con limpieza y cierto nivel de calidad. Además de que eran permanentemente supervisados desde su preparación hasta que se entregaban al cliente.
En la época actual, los proceso son prácticamente los mismos y los encargados de la empresa son todavía más cuidadosos con temas de limpieza. Lo que quizá sí ha cambiado es el “nivel de calidad” (por decirlo de alguna manera) del personal que labora en estos restaurantes y que son los culpables de que a veces no me pueda contener para explicarles cómo deberían hacer su trabajo cuando voy como cliente y no me dan un buen servicio (a veces mis acompañantes me odian por eso).
Todo esto lo cuento porque hace unas semanas circuló en redes sociales la versión (¡y hasta una foto!) de que un cliente supuestamente había encontrado restos de rata en una hamburguesa que adquirió en una sucursal de esta cadena en el Estado de México.
Las reacciones fueron inmediatas, mayoritariamente de indignación por semejante hecho y criticando la poca supervisión de los alimentos de parte del restaurante con el lego de los arcos dorados (los que forman la “M”).
Al leer esos comentarios, me vino de inmediato a la mente ese diente de ratón que todos juraban haber visto, además de lo imposible que resultaba que un pedazo de animal de ese tamaño (¡era enorme el que se mostraba en la foto!) pudiera llegar dentro de una hamburguesa hasta la charola del cliente sin que naaadie se diera cuenta.
Al comentarlo en Facebook, tuve respuestas que iban desde quienes atacaban a esa “corporación yanqui” hasta quienes me daban todo tipo de teorías sobre la forma de preparación de la comida en ese lugar. En Twitter vi a alguien que decía que las hamburguesas se almacenaban en una especie de closet y otro que juraba que las ratas se mezclaban con la carne durante el traslado a la tienda.
El revuelo en las redes sociales fue tan grande que hasta los medios de información se la creyeron y la Procuraduría General de Justicia del Estado de México clausuró el restaurante mientras se investigaba. Las teorías de la conspiración de Facebook y Twitter habían logrado que la historia pasara del mundo virtual a la realidad.
Obviamente, McDonald’s salió también en las redes sociales a tratar de aclarar el tema asegurando que sus procesos impedían que esto pasara, por lo que unos días después, la misma Procuraduría, como para excusarse de la clausura, emitió un comunicado diciendo que efectivamente la evidencia que había recogido tenía restos de rata… peeero iba a investigar si éstos habían sido plantados o se habían cocinado junto con la hamburguesa. Es decir, si era rata, pero todavía no investigaba de dónde había salido.
Pero los medios y los usuarios de redes sociales se fueron sólo con la parte inicial de ese comunicado y el comentario era “¿ya viste que sí era rata lo que tenía la hamburguesa?” y los encabezado de los medios decían cosas como “Sí había carne de cría de rata en hamburguesa de McDonald’s”. Es decir, prácticamente nadie leyó el mensaje completo y se quedaron, literalmente, con el chisme, que es más sabroso y vendedor.
Pero hace unos días, la misma Procuraduría mexiquense salió a comunicar que, de acuerdo con un estudio que encargó a la UNAM (todos le encargan estudios a la UNAM cuando necesitan credibilidad), descubrió que, efectivamente, los restos de la rata se habían puesto en la hamburguesa después de que ésta había sido cocinada, es decir, la habían plantado.
Pero esto último no generó la amplia discusión en Twitter y Facebook que creó la primera noticia, lo que a su vez provocará que muchas personas sólo se quedarán con la primera parte de la historia y asegurarán en las reuniones familiares que leyeron en Facebook que en ese restaurante “sirven hamburguesas con carne de rata” y cualquier otra historia exagerada, aderezada con las fantasías y resentimientos que abundan en las redes sociales.
Es la versión 2.0 de esa leyenda urbana ochentera del diente de ratón en la hamburguesa o el dedo en el refresco, pero ahora con foto y con opiniones de miles de personas gracias a las redes sociales. Las personas haciendo lo mismo que critican de los medios cuando aseguran que éstos modifican la realidad a su conveniencia.
A diferencia de otras historias, ésta incluye un desmentido de parte de las autoridades y el afectado, pero pocos lo conocieron porque ya no pareció tan atractivo. Lo que sucedió en realidad es que se trató de un acto de extorsión de parte de una persona que amenazó con subir la foto si no recibía dinero. Y la consecuencia fue todo esto que acabamos de narrar.
Esto comprueba que hoy casi cualquier tuitero (aunque no tenga muchos seguidores) puede cometer un acto de extorción como este logrando causar un golpe de este tipo a una empresa trasnacional porque las autoridades, los medios y los usuarios le creen más a una foto que describe algo imposible y actúan u opinan antes de investigar y verificar si se trata de algo verdadero.
Si esto pasa con una corporación de ese tamaño, ¿qué pasará cuando un individuo quiera destruir el prestigio de una persona común y corriente? Las redes sociales son un instrumento que si se usa con esta irresponsabilidad puede ser peligroso, especialmente en esta época donde las autoridades y los medios, que se supone que tienen que investigar antes de actuar, se tragan enterita la historia de un extorsionador para provocar un daño irreversible.
Y los usuarios también deben aprender a ser responsables y no creerse todo lo que aparece en su muro de Facebook aunque le tenga mucha confianza a esa persona o medio. ¿A cuántas personas que dieron por cierto este hecho verdaderamente les consta cómo se prepara una hamburguesa en McDonald’s?
Si no queremos que nos pongan leyes en internet, los usuarios también debemos aprender a usar ese poder que tenemos en nuestro smartphone y ser responsables con la información que consumimos y compartimos por ese medio. O como dijo el tío Ben: “Un gran poder (el de las redes sociales) conlleva una gran responsabilidad”. Así de simple.