Hay un libro ilustrado llamado el «manuscrito Voynich», cuyo contenido desconocido se ha convertido en un reto de la criptografía, pues parece haber sido escrito hace unos 500 años por un autor anónimo, en un alfabeto aún no identificado generando un idioma incomprensible, denominado voynichés. El nombre del manuscrito se debe a un especialista lituano de libros antiguos, llamado Wilfrid M. Voynich (1865-1930), quien lo compró en 1912. Hoy en día el manuscrito original es parte de la biblioteca de libros raros y manuscritos de la Universidad de Yale.
El manuscrito es algo así como el reto de Champollion, quien descifrara los jeroglíficos egipcios ayudándose de la llamada «Piedra de Rosetta«, que contiene tres escrituras distintas: el texto superior en jeroglíficos egipcios, la parte intermedia en escritura demótica y la inferior en griego antiguo. Gracias a que presenta esencialmente el mismo contenido en las tres inscripciones, con diferencias menores entre ellas, esta piedra facilitó la clave para el entendimiento moderno de los jeroglíficos egipcios. Hay que decir que Champollion era un especialista en lingüística y fue el primero en entender lo que los egipcios escribieron usando su esquema de jeroglíficos. Sin embargo, el manuscrito Voynich no parece tener una «piedra de Rosetta» que ayude de alguna manera a resolver lo que sus 240 páginas en pergaminos.
Aparentemente hay seis temas que trata el manuscrito: Herbario, Alquimia, Herbario alquímico, Herbario astrológico, Microscopios y telescopios y Energía nuclear (¿?). Aunque desde luego esto último es una especulación de algunos estudiosos del manuscrito, aunque por la edad del pergamino no parece tener mucho sentido esta hipótesis.
El manuscrito históricamente cumple con las posibles fechas de su creación, alrededor del año 1404 a 1438, de acuerdo a los análisis de Carbono 14, y a pesar de los trabajos por entender lo que dice, no ha habido avances significativos hasta al menos 2014, en donde ni siquiera se habría descifrado una sola palabra. Hay quien cree que el manuscrito en cuestión es un engaño elaborado, una secuencia de símbolos al azar sin ningún sentido. Sin embargo, cumple con la ley de Zipf, la cual establece que en todas las lenguas humanas la palabra más frecuente en una gran cantidad de texto aparece el doble de veces que la segunda más frecuente, el triple que la tercera más frecuente, el cuádruple que la cuarta, etcétera. Esto sugiere que el manuscrito fue escrito en un lenguaje concreto basado en un lenguaje natural (y no como algunos lenguajes inventados como el klingon o el de los elfos de Tolkien. La razón para pensar esto es que es prácticamente imposible que el autor del Manuscrito Voynich conociera dicha ley, enunciada varios siglos después, y que por tanto la aplicase a una lengua inventada por él.
El manuscrito tiene muchas ilustraciones, casi una por página, a excepción de la última sección que es puro texto. No hay ninguna evidencia de signos de puntuación y se calcula que el alfabeto en el que fue escrito contiene entre 20 y 30 glifos totales. Los espacios más anchos dividen el texto en alrededor de 35.000 «palabras» de longitud variada. Estas parecen seguir una cierta fonética o reglas ortográficas de cierto tipo; por ejemplo, algunos caracteres deben aparecer en cada palabra (como las vocales en el castellano), algunos caracteres nunca siguen a otros, algunos pueden ser dobles pero otros no. El análisis estadístico demuestra que es similar en su estructura al latín pero hay diferencias interesantes, por ejemplo, la distribución de letras dentro de una palabra es algo peculiar: algunos caracteres aparecen solamente al principio de una palabra, otros solamente al final y algunos siempre en el medio. Tal característica es muy particular en lenguas como el árabe, donde la misma letra se representa de diferentes formas, dependiendo de su posición en la palabra, por lo que se escribe diferentemente al inicio, en el centro o al final, lo que puede dar a entender que se trata de un alfabeto más reducido, en el entendido de que se ven como símbolos distintos lo que podría ser el mismo. El texto parece ser más repetitivo que los típicos idiomas europeos: existen secuencias en las cuales la misma palabra común aparece hasta tres veces consecutivas. Si el documento dice algo, pareciese que se trata de un manual de botánica o herbolaria, pero muchos botánicos no han podido siquiera comprender de qué plantas el manuscrito habla porque los dibujos son muy estilizados.
El manuscrito Voynich es un reto si pensamos que estamos en un momento histórico de grandes avances científicos, los cuales parecieran que no tienen límites en cuanto a su aplicación. Más aún, es interesante el manuscrito porque una editorial española, Siloé, va a realizar un facsímil del libro. Quizás si mucha más gente tiene acceso al mismo, de pronto alguien descubra la clave para descifrarlo o bien, demuestre que es un fraude.
Referencias: