Hoy en día tener acceso a Internet parece ser tan necesario como cuando en este país tener teléfono residencial era algo difícil, tan difícil, que había que esperar muchos meses, incluso años. Hoy las cosas han cambiado. Por una parte están los teléfonos celulares, los cuales tienen incluso acceso a Internet vía una red móvil. Por otra parte, se puede contratar el acceso a la red de redes de manera mucho más fácil y hacerse de una línea telefónica residencial es algo que se realiza en pocos días.
Y sí, internet tiene mucha información y con los años se ha convertido en una especie de oráculo que tiene respuestas a casi cualquier pregunta. Hoy podemos salir de dudas sobre personajes notables, si están aún vivos, si de verdad hicieron tal o cual cosa. En Internet ya hay quien ha alimentado esta información a páginas especializadas o bien a la Wikipedia, por decir un sitio popular. Así, de verdad tenemos mucha información al alcance de los dedos y el esfuerzo comunitario es literalmente asombroso.
Igualmente las redes sociales, particularmente Facebook, con sus casi 1000 millones de usuarios, nos proveén de un sinfín de datos que caen entre lo interesante, lo banal, lo chusco, lo baboso y lo absolutamente prescindible. Desde luego que esto dependerá de cada usuario que definirá de alguna manera sus límites en lo que quiere ver, en su seguridad y privacidad, etcétera. Pero en general recibimos muchísima información que francamente es tan poco importante que la desechamos o bien, le tomamos importancia aunque no haya una fuente confiable para creer en la misma.
Un truco muy socorrido en las redes sociales es poner un letrero gráfico, muchas veces con una imagen adecuada al tema, y soltarnos una frase que no tiene ningún sustento. Por ejemplo, «Cuidado con sus niños, una vecina me informó que en Walmart están robando infantes». Y sin mediar ninguna investigación mínima en la red (teniendo Google a dos teclazos), hay quien comparte en su red social ese letrero «por si las dudas». No sabe si es verdad. No se sabe si realmente existe semejante ilícito, pero no vaya a ser la de malas…
Y la realidad es que de por sí vivimos siempre con el «Jesús en la boca», porque las noticias diarias indican que hay un nuevo brote de ébola, o que regresa la pandemia del sida, o quizás es que el cambio climático va a terminar con la raza humana y así hasta la naúsea. Y pareciera que hay un afán extraño de que la gente no pueda vivir tranquila. Y si ponemos un cartel alarmante en Facebook la gente lo creerá, no se preguntará nada y supondrá su veracidad como cuando niño, para afirmar algo decíamos: «Está en este libro. Tiene que ser verdad».
La verdad es que por una parte las redes sociales, o el acceso irrestricto a los servicios de la red, han hecho que la calidad de lo que se publica vaya demeritándose cada vez más. Cuando salió Internet era una posibilidad para que no tuviese un escritor que pasar por todos los filtros que las editoriales promovían, sino que cada quien podía publicar lo que se le ocurriese. El problema es que al no haber nadie que valore si vale la pena la publicación de algo, entonces la red se empieza a llenar de mucha basura.
Y no se malinterprete: no busco que haya censura, sino un poco más de cautela al publicar algo, más sensatez, buscando el beneficio de todos en la red y no meramente poner la primera tontería que se nos ocurre. Decimos que queremos siempre lo mejor para nuestros hijos, pues bien, parte de ello bien podría ser poner información valiosa y no las mil tarugadas que vemos cotidianamente.
De acuerdo con un estudio, los norteamericanos gastan media hora por día en Facebook y revisan la red social 14 veces al día. ¿Y qué buscan con tanto interés en este sitio? Difícil saberlo pero veamos la experiencia propia: uno entra a la red social favorita y empieza a ver las publicaciones de nuestros conocidos y amigos. Y vemos por enésima vez el video del niño que se cae al agua (del cual los de galletas Emperador ya hasta anuncio hicieron), o alguno de los cientos de videos virales de automóviles, accidentes, peleas callejeras o denuncias sociales sobre algunos de los actores políticos que una vez más, se les agarra infraganti haciendo un negocio sucio. Pasamos las publicaciones con el mismo desenfado que pasamos por los canales (lo que llaman zapping) con el control remoto de la televisión. Perdemos 10 minutos en esto y pensamos para nosotros: «no hay nada interesante», pero al rato volvemos a hacer esto esperando quizás un dato relevante, algo de interés. Pero nada. La rutina se repite.
Y esto es consecuencia de la poca sensatez con la que usamos Internet. En lugar de tener un entorno donde haya mucha información importante, ésta es la de menos. Hay toneladas de basura informática, empezando por las redes sociales, que se han pervertido y nos han querido hacer creer que pueden ser agente de cambio, cuando solamente son conjuntos enormes de personas que están sentaditas frente a sus pantallas, sintiéndose moralmente superiores e indicando acciones y comportamientos que desde luego, en la vida real ni ellos hacen.
Y si vamos a la parte de software, hallaremos que estamos expuestos una y otra vez a sitios donde nos prometen programas y aplicaciones que hacen lo que necesitamos pero que al descargarlas, si somos cuidadosos, encontramos que son programas virulentos por ejemplo, o bien, todos esos mensajes de correo que nos dicen que nos ganamos la lotería, o que nos indican que nuestro banco nos bloqueó nuestra cuenta y que para evitar eso debemos entrar al portal del banco -desde el enlace que nos dan, el cual es apócrifo, y en donde simplemente quieren ver si nos sacan los datos de nuestra tarjeta para clonarla o hacer un cargo y robarnos.
La realidad es que Internet se está convirtiendo en un triste basurero informático. Esta fantástica herramienta se está llenando rápidamente de cuanta estupidez el ser humano es capaz de hacer y en el fondo estamos perdiendo la gran oportunidad que nos brinca el acceso único a algo que muchas generaciones antes de nosotros no tuvieron. Yo francamente no veo, para colmo, que se esté revirtiendo esta tendencia, al contrario, está aumentando. Me da ya vergüenza ser parte de la raza humana. Y mi pregunta sería ¿Tú cómo usas Internet?