La amenaza por tomar el control de Internet por parte de gobiernos, asociaciones y empresas es una conducta cada vez más común en el mundo moderno. Hemos visto casos como el de China o Arabia Saudita que restringen los contenidos que pueden ver sus usuarios bajo distintos pretextos que van desde hacer ilegal los contenidos para adultos y/o solamente censurar las críticas hacia sus gobiernos.
Y ahora es el turno de Estados Unidos con sus propuestas SOPA y PIPA, las cuales buscan reducir la piratería en línea bloqueando, censurando y recortando las fuentes de ingresos de las páginas que violen la propiedad intelectual de una forma arbitraria y discrecional. Por eso, la semana pasada pudimos observar las protestas de los gigantes de internet, tanto el apagón de Wikipedia, así como las críticas de Google, por mencionar algunos. Lo anterior llevó al Congreso de Estados Unidos a posponer la discusión de las iniciativas hasta nuevo aviso, ya que claramente no están todos los elementos, y mucho menos se encuentra lista para ser aprobada.
Sin embargo, es un hecho que las leyes actuales ya combaten la piratería digital, una legislación en ese país desde 1998, denominada Digital Millenium Copyright Act, ya cuenta con la capacidad de retirar material ilegal en línea como se demostró con el cierre y detención de los fundadores y trabajadores de Megaupload, un sitio de almacenamiento en la nube que facilitaba la compartición de materiales protegidos por el derecho de autor. En respuesta, los hacktivistas de Anonymous llevaron a cabo el mayor ataque cibernético que se haya tenido registrado al abalanzarse sobre páginas del calibre de la Casa Blanca, el Departamento de Justicia de ese país, así como de Universal Music y Sony entre otros.
Esta respuesta, desmedida en mi opinión, ya que el sitio se beneficiaba económicamente de infringir los derechos de los creadores de las obras ha puesto de nuevo el dilema de Robin Hood sobre la mesa. Esto es, que el robar a los “ricos” para beneficiar a los “pobres” resulta muy popular, al mismo tiempo que es una conducta ilícita y que elimina los incentivos la generación de la riqueza. Entonces el problema se reduce al tema de la libertad.
Si queremos seguir teniendo una red libre y abierta es de vital importancia que respetemos a las industrias protegidas por la propiedad intelectual. Si bien la desintermediación de los mercados digitales, así como la innovación en los modelos de negocios en línea, han mostrado la incapacidad de adaptación de las empresas cinematográficas, editoriales y musicales, también es cierto que a los usuarios les ha costado trabajo entender que los bienes y servicios virtuales tienen un valor y se debe pagar por ellos aunque no recibamos “algo” físico.
En conclusión, los usuarios de internet debemos tener claro que si no les llega una retribución económica a los creadores de las obras estaremos matando entre todos a la gallina de los huevos de oro. Por lo tanto, si queremos obtener más y mejores obras tenemos que directa o indirectamente comprar algún producto o servicio del creador en lo que terminan de decidir el nuevo modelo de negocio a seguir durante los próximos años que respete tanto la libertad de los usuarios de internet como los derechos de los autores. Si no queremos que nos limiten y nos censuren internet debemos de actuar de forma responsable autolimitándonos y autocensurándonos en el uso que le damos al mismo.