Hace unos días, dos trenes del Metro de la Ciudad de México sufrieron un alcance en la estación Oceanía de la Línea 5, una de las más importantes considerando que recorre uno de los puntos más poblados de la capital y que pasa por puntos vitales, como el Aeropuerto.
Como también corre por una de las avenidas más transitadas del DF y el accidente se produjo en hora pico y bajo una fuerte lluvia, trasladarse al lugar era una labor difícil para quienes quisieron llegar hasta ahí, como los cuerpos de emergencia y… los medios de información.
Los periodistas de radio, televisión y prensa, que solían ser de las primeras personas que llegaban a este tipo de acontecimientos, hoy son superados por otra clase de “reporteros”: los usuarios de datos de telefonía celular que se encuentran en el lugar de los hechos.
Así, las primeras fotos y reportes del accidente empezaron a circular primero por Twitter y Facebook, y de ahí fueron tomados por los portales, la radio y la televisión, incluso antes de que éstos tuvieran a sus reporteros, fotógrafos y camarógrafos en el punto del percance.
Durante varios minutos, los conductores de los canales de TV de 24 horas de noticias sólo podían transmitir las imágenes que habían compartido los tuiteros, mientras que los reportes de radio prácticamente emitían información que ya había sido dada a conocer minutos antes en las redes sociales.
De esa manera, como se dice en el argot periodístico, los tuiteros fueron quienes “ganaron la nota”.
Esta situación se repite de manera cada vez más frecuente, por lo que es necesario replantear la forma en la que hoy los medios deben hacer periodismo y también la forma en la que las audiencias tienen que estar preparadas para consumir información que llega a ellas de manera inmediata y, la mayoría de las veces, sin rigor alguno.
Aunque es cierto que las redes sociales abren nuevos espacios de libertad de expresión, también es verdad que éstas son una vía libre para dar paso a rumores e información sin confirmar, algo que, se supone, es lo que cuidan los periodistas.
Los medios también deben pensar en el uso que deben darle a la información que obtienen de las redes sociales, saber utilizarlas de manera correcta y, antes de reproducir sus mensajes, confirmar la información, porque una cosa es clara: no todo lo que se dice en Twitter o Facebook es verdad.
Un caso similar sucedió durante los pasados bloqueos orquestados por grupos delictivos en Jalisco y Tamaulipas, donde algunos usuarios se atrevieron a subir fotografías de, por ejemplo, ataques terroristas en medio oriente diciendo que eran hechos que se estaban llevando a cabo en ese momento en México… el problema fue que hubo usuarios y hasta medios de información que dieron como ciertas esas imágenes durante varios minutos.
No quiere decir que los medios deben ignorar contundentemente todo lo que se diga en las redes sociales, pero deben tomar precauciones para utilizarlas y verificar siempre el origen de la información; asimismo, los comunicadores que estén ante una cámara o un micrófono deben saber decidir en segundos qué información desechar y cuál pueden usar. Es una nueva habilidad que se debe enseñar desde la universidad y en las actualizaciones de los profesionales de la comunicación.
Las redes sociales son el nuevo vox pópuli (nos guste o no) y los medios deben aprender a recoger esas voces y saber qué hacer con ellas en vez de servir únicamente como megáfono; o lo que es lo mismo: ambos deberán aprender a coexistir. En una de esas, el próximo López Dóriga es un tuitero. Así de simple.