Donald Trump es uno de los personajes más siniestros y particulares de la historia moderna de la política mundial. Habiendo sido elegido el presidente del país más poderoso del mundo, Trump ha hecho, desde el inicio de su mandato, todo género de dislates. Ha provocado un sentimiento de odio, de racismo, contra los que no son «norteamericanos» y desde luego, los migrantes han sido lo primeros en sufrir el acoso de las autoridades que tienen en la mira deportar a cuanto ilegal encuentren en el camino.
Igualmente Donald Trump ha demostrado una insensibilidad ante el mundo, insultando a todo aquel que le parezca deleznable. A los mexicanos los ha tratado mal, ha dicho que todos son violadores, ladrones, criminales e incluso, en sus últimas declaraciones, comentó abiertamente que eran peores que animales. Y esto evidentemente no cae nada bien en la política internacional.
Se sabe que Trump es un asiduo de la televisión y las redes sociales, particularmente Twitter. Y es aquí donde su cuenta @realDonaldTrump se convierte en el vocero de las más estrambóticas y raras ideas del mandatario estadounidense. Más aún, cuando empieza a recibir quejas de otros tuiteros por su comportamiento, Donald Trump hace lo que hacen otros usuarios muchas veces: bloquea a los que lo molestan o los que simplemente, por la razón que sea, no quiere saber de ellos.
Sin embargo, parece ser que el presidente de los Estados Unidos está impedido legalmente de bloquear a otros usuarios en Twitter. El juez de Distrito Buschwald ha presentado un documento de 75 páginas en donde articula claramente por qué Trump no puede bloquear a otros usuarios porque está violando los derechos que otorga la primera enmienda.
«Pasando a los méritos de los demandantes de la Primera Enmienda, sostenemos que el discurso en el que pretenden participar está protegido por la Primera Enmienda y que el Presidente y Scavino ejercen control gubernamental sobre ciertos aspectos de la cuenta @realDonaldTrump, incluido el espacio interactivo de los tuits enviados desde dicha cuenta. Ese espacio interactivo es susceptible de análisis bajo las doctrinas del foro de la Corte Suprema, y está adecuadamente caracterizado como un foro público designado. La Exclusión basada en el punto de vista de los demandantes individuales de ese foro público designado está proscrita por la Primera Enmienda y no puede ser justificada por los intereses personales de la Primera Enmienda del Presidente» después de un año.
Esto en pocas palabras obliga al presidente Trump a dejar de bloquear y desde luego, desbloquear a los usuarios que anteriormente hayan sido bloqueados. Es claro que Donald Trump no puede darse entonces esa libertad de bloquear a terceros, porque es una persona pública, porque es el presidente estadounidense y porque la Primera Enmienda le obliga -en pocas palabras- a «aguantar» los comentarios de terceros aunque no le gusten.
Por supuesto que todo esto es una cosa menor que probablemente Trump ignore, porque parece entender que la ley no se le aplica como a cualquier otro estadounidense y se siente protegido por su cargo público. Trump tiene un número de demandas de mujeres que ha acosado, por ejemplo, pero que parecen no tener efecto en el andar cotidiano de este personaje. La decisión de Buschwald parece que no pasará de ser una raya más al tigre de todas las tropelías de este poderoso empresario y hasta hace más de un año, presidente de los Estados Unidos.