Hoy la información corre a toda velocidad, el mundo es inmediato y la información se transmite por muchos medios, prácticamente a la velocidad de la luz. Nos enteramos al instante y no podemos creer que haya lentitud en, por ejemplo, que se nos dé una información particular, considerando que ahora Internet es casi una especie de dios que está en todas partes.
Esta especie de moda, se observa ya en otras actividades. Sale el juego de video X y de pronto todos quieren tenerlo el mismo día en que se pone en el mercado. Sin embargo, mañana se nos olvida y nace una nueva situación que debe resolverse de inmediato. Si vamos al cine a ver una película que ha estado por meses anunciándose, hay que apurarse, porque quizás no dure en cartelera más de dos semanas. Y a pesar de estar en los cines por meses el trailer de la película, una vez que se proyecta en las pantallas, no dura mucho tiempo. Así parece ser la inmediatez que nos está tocando vivir.
Y en Facebook pasa otro tanto: se habla del 2 de octubre, que «no se olvida», pero mañana pasaremos a otro tema. En el caso precisamente del 2 de octubre no falta quien publica fotos en las redes sociales de los asesinos del 68. Hoy se habla de nuevo del expresidente Díaz Ordaz y de su decisión de parar el movimiento estudiantil a toda costa. Murieron miles de estudiantes. Mañana, todas estas denuncias, todas estas protestas, pasarán al archivo muerto de Facebook o Twitter, porque así es la inmediatez. Hoy es importante, pero dentro de unas horas ya no lo será.
Esta instantaneidad de las cosas hace que el mundo deba ir más rápido. Por ejemplo, ahora los tiempos de reflexión en ajedrez se han acortado a 1 hora y 30 minutos para toda la partida, con incremento de 30 segundos por jugada. Antes una partida podía durar cuatro, cinco y hasta siete horas. Hoy se acaba en general antes de las primeras cuatro horas.
Botvinnik, el patriarca del ajedrez ruso se lamentaba de las partidas blitz, a cinco minutos, en donde decía, no promovía el ajedrez serio, pensante, el gran ajedrez. Y sin embargo, la Federación Internacional ha impuesto estos tiempos de reflexión rápidos, supuestamente para que los medios se interesen más en el juego ciencia.
Pero la instantaneidad, la inmediatez de las cosas nos hace volvernos intolerantes ante la espera. Vemos los mensajes que nos han llegado al celular y queremos que estos aparezcan instantáneamente, aunque tengamos una colección inalámbrica que, por supuesto, no puede darnos una velocidad infinita. Y nos quejamos, y calificamos a nuestros teléfonos inteligentes de «porquería» porque no nos entrega resultados a velocidad de rayo.
Tal vez es el momento de hacer una pausa. ¿De verdad necesitamos que todo se nos muestre en cada vez tiempos más cortos? Habría que hacer un análisis, una instrospección. El conocimiento no se adquiere de un día a otro, por ejemplo. Aprender matemáticas, física e incluso, jugar bien al ajedrez no se puede hacer de la noche a la mañana. Vivimos y suscribimos un mundo de superficialidad, producto de esta instantaneidad que en mi opinión agobia. Vayamos con calma.