Hoy concluyen cuatro años de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, un mandato en el que las redes sociales, particularmente Twitter, fue uno de sus canales principales de comunicación, como una suerte de megáfono digital con una audiencia de más de 88 millones de personas; sin embargo, tras reiteradas ocasiones en que difundió noticias falsas y finalmente incitó a la violencia que derivó en la toma incendiaria del Capitolio el pasado 6 de enero, Trump fue silenciado en redes sociales.
Twitter, seguido de Facebook y luego YouTube, Twitch, Reddit y hasta el sistema de cycling virtual, Pelotón, silenciaron las cuentas, grupos y hashtags relacionados a Trump o los grupos de simpatizantes que clamaban a tomar las calles y el Capitolio para defender la elección presidencial, que erróneamente aseguran que ganaron los republicanos.
Twitter además dijo que removió 70,000 cuentas relacionadas al grupo QAnon, que defiende una teoría de conspiración en contra de Trump.
Para los expertos en redes sociales y derecho digital, el silenciar digitalmente de Trump plantea cambios más allá de sus cuentas. La llegada de Joe Biden al poder intuye una agenda digital que promueve que las tecnológicas asuman más responsabilidades de lo que en ellas se publica y del peso que tienen en la opinión pública.
“La discusión es si las plataformas y los marketplaces ya no deberían (las grandes tecnológicas) gozar de la protección que les da la sección 230 de la ley de protección y decencia de las comunicaciones (Communication Decency Act). La discusión es que ya no son solo tuberías en donde circula información sino si deberían ser no como medios, y deberían ser sujetos a los mismos estándares que los medios de comunicación”, explica Rodrigo Orenday, abogado especialista en derecho de nuevas tecnologías.
La sección 230 de la ley de protección y decencia de las comunicaciones indica que las redes sociales o plataformas tecnológicas, como Twitter o Facebook, son solo un puente en donde terceros pueden expresarse y publicar información; sin embargo, ellos no son responsables de lo que ahí se publica.
Del radicalismo online al offline
Tras los actos violentos en la reciente toma del Capitolio salió a la luz que grupos radicales, que incitaron a dicho evento, se organizaron en redes sociales, en grupos privados y en otras apps alternativas como Discord o Parler, la cual incluso fue ya bloqueada de las tiendas de aplicaciones de iOS y Android.
Estos mecanismos de organización han levantado la ceja de varios expertos y han vuelto a poner sobre la mesa la posibilidad de que se haga más responsables a las tecnológicas y que se les haga rendir cuentas más de cerca sobre las acciones que toman frente a estas situaciones o la diseminación de fake news.
“Viendo que las acciones en el ciberespacio no se quedan ahí sino que tienen consecuencias en el mundo tangible, la modificación de la sección 230 va a ser una prioridad para la agenda de Biden”, dice Orenday
Joe Biden dijo al New York Times que la Sección 230 “debía ser revocada inmediatamente”, esto en una entrevista otorgada por el ahora mandatario estadounidense el pasado 17 de enero.
“El silenciar sus redes dio cuenta de que el peso que tiene su comunicación sí es en función de quién es Trump”, dice el experto.
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Un modelo para hacer más responsables a las tecnológicas, que Orenday propone, es que estas plataformas puedan medir el nivel de riesgo que les implica cada usuario que las utiliza, como hacen los bancos, y de esta forma podrían reservarse el derecho de permitirles estar o no dentro de su ecosistema.
“A lo mejor tendrían que medir a sus usuarios en función de perfiles de riesgo, como los bancos, que están obligados a que para abrirle al cliente un servicio, debes conocer al cliente e informar a las autoridades si hace alguna operación fuera de su perfil. Las tecnológicas tendrían que tener más datos para medir el riesgo de la comunicación de sus usuarios”, apunta el abogado.
Hasta ahora los esfuerzos por contener la desinformación y las agrupaciones radicales en plataformas digitales habían avanzado de forma concisa por las tecnológicas; sin embargo, se aceleró el paso en las últimas semanas y basta esperar cómo, y a qué ritmo, comience a moverse la agenda de prioridades digitales de la nueva administración en Estados Unidos.