Los primeros equipos caseros conectados a Internet fueron las computadoras personales. Con lentos módems a 300 baudios, uno podía ver casi casi como se “escribía” la información en la pantalla en blanco y negro (verde o ámbar y negro) por dónde llegaban “bits y bytes”. Esto tiene unos 20 años o un poco más. Era toda una maravilla poder conectarse por teléfono a otras computadoras y luego a la red de redes.
De esas primeras conexiones primitivas al día de hoy, el tiempo no ha pasado, el tiempo ha volado a Mach 5. Hace relativamente poco tuve la oportunidad de cambiar la televisión “principal” de casa y en una visita a un club de precios me encontré con una que cumplía con las tres “B”, por aquello de “buena, bonita y barata”. Lo de barata es un decir, pues hoy podemos ver “televisiones” de 50,000 pesos, algo básicamente absurdo hace apenas unos años. La que seleccioné costó alrededor de 10,000 pesos, de 42 pulgadas, Full HD, bla bla bla, pero con “conexión a Internet”.
Ya saben, me urgía llegar para instalarla y por fin “descubrir” ese gran mundo de aplicaciones y opciones con una televisión -que tal vez sea más sensato decir “pantalla”- conectada a la red. Después de instalarla, procedí a conectarla a la red WiFi y pensé que tendría una experiencia muy interesante y, sobre todo, divertida.
La conexión es de 40Mb de bajada por 5Mb de subida, por lo que por velocidad no paramos, así es que después de las eternas actualizaciones, finalmente tuve en pantalla el menú de las opciones de Internet. Navegador, algunas para ver películas, otras para ver fotografías, unas más para consultar resultados de deportes y también el acceso a la “tienda en línea”. Pero, ¿realmente que pasó?
A los cinco minutos de usarla, comencé a desesperarme por lo impráctico de usar la interfase con un control remoto estándar. Sí, a través de las cuatro flechas del cursor se seleccionan las funciones, pero por ejemplo, escribir una página en el navegador, me llevó más o menos unos cinco minutos…
Después de ver algunos videos y navegar un poco más por las opciones del sistema, llegó el momento: “Familia, vengan a conocer el futuro de la televisión”. Después de como la tercera llamada, por fin me hicieron caso y llegaron, yo todo emocionado les explicaba “Aquí pueden navegar, ver videos, descargar aplicaciones, ‘feisbuquear’ y hasta ver algunos programas de tele grabados” … “Y con esto pueden escribir cualquier página y los lleva directo en el navegador”… “Y esta es la tienda de aplicaciones donde pueden bajar programas”… “Y aquí, por ejemplo, pueden ver el clima”… vaya, me sentía vendedor de tienda departamental buscando la comisión.
Después de unos cuantos minutos, pregunté “¿Cómo la ven?” Los Matukitos voltearon así como por hacerme el favor y dijeron “Ah… está padre, ¿ya nos podemos ir?”.
En ese momento entendí muchas, pero muchas cosas. Hoy a los nativos digitales la tecnología no les impresiona. El poder ver un video directo en la tele sin tener que usar una computadora les tiene absolutamente sin cuidado. El poder “feisbuquear” desde la gran pantalla es una idea bastante arriesgada que únicamente los que viven solos podrán usar. El “inmenso” abanico de aplicaciones en la tienda se limita a unos cuantos juegos de cartas y un par de programas más, nada del otro mundo.
Esto tiene como un par de meses. La tele sigue funcionando sin mayor problema, de hecho, con muy buena imagen y resolución (por fin pude cambiarle los parámetros para que las películas se vean como películas por aquello de la profundidad y no como grabaciones de video cámara). Pero, todo el asunto de la conexión a Internet directo desde la televisión, creo que ya hasta se les olvidó.
Entonces, ¿son el futuro las televisiones conectadas a Internet? No lo creo. Con la creciente convergencia digital y las múltiples pantallas en casa, cualquier smartphone puede suplir a la televisión más sofisticada conectada a Internet y no se diga la computadora. Entonces, ¿para qué la opción de conectarse? Quiero pensar que es para los adultos mayores, que, según los fabricantes, dominarán un control remoto para configurar, conectarse por WiFi y escribir URLs en un teclado “ABCDE” en la pantalla. Ajá.
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Esta columna “Desde el Teclado” la escribí para Excelsior de forma semanal de 1990 al año 2000. Después para Interfase de Reforma del 2001 al 2005. Posteriormente vivió en El Economista hasta el 2008 aproximadamente. Luego continué sólo en unocero.com y por e-mail. Después de unos meses de pausa, regresa por este medio. Espero tus comentarios. La foto la tomé de aquí.