En los meses pasados hemos sabido de esfuerzos de legisladores de otros países para regir las actividades de Internet. ACTA fue una de esas propuestas, la cual fue atacada por los defensores de la Internet como si les fuese la vida en ello. Wikipedia, por ejemplo, como muchas otras páginas, puso la suya en negros, es decir, inaccesible en general como protesta a esta iniciativa por regular la red de redes.
Pero ¿por qué hay este afán de los gobiernos? ¿qué hay detrás de todo esto? Evidentemente hay muchos intereses tras la regulación de Internet. El problema es que como no se reguló desde un principio, ahora es prácticamente imposible siquiera el intentar controlarla. La cuestión es que la muy aplaudida libertad de expresión en el fondo no le hace gracia a los gobiernos. En un afán por mantener bajo control este elemento, que antes solamente le pertenecía a los medios impresos y electrónicos (al cual en alguna medida puedeen controlar), se les ocurren estas iniciativas que al final del día no son otra cosa que la censura en su forma más pura.
Desde luego que los gobiernos apelan a los derechos de autor para justificar sus iniciativas, aunque esto simplemente ya no sea aplicable. Por ejemplo, cuando nacieron los archivos de música mp3, nadie vio con malos ojos esta idea. Pero cuando esto se convirtió en un problema para la industria disquera, que mantenía unos márgenes de ganancia colosales, pues ya el asunto no les hizo gracia. Y entonces, en lugar de cambiar de modelo de negocios, decidieron que pelearían contra toda esta perversidad de los usuarios de Internet que comparten archivos en todas las modalidades posibles. Mala idea porque Apple, por ejemplo, se dio cuenta que el modelo tradicional de la industria de la música no podía mantenerse más y entonces decidió -vía iTunes- vender canciones separadas a 99 centavos de dólar. La idea fue tan interesante que el primer día Apple vendió un millón de canciones, aproximadamente. Eso demostró además, que la gente está dispuesta a pagar si se le da un precio justo. En el modelo tradicional había que comprar un disco compacto completo cuando quizás sólo nos interesaba una o dos canciones del mismo.
Evidentemente la tecnología sigue avanzando y el siguiente paso fue incorporar los libros a este esquema. Amazon ya vende, por ejemplo, más libros en formato electrónico que en papel, pero muchos internautas se han dado la tarea de digitalizar obras mayores y menores, usando un escáner y programas que pasan la información escaneada a archivos PDF. Esto de nuevo, pareciera ahora poner a la industria editorial en jaque, pues ¿de qué van a vivir? Lo mismo se han estado preguntando los de las casas disqueras y finalmente, siempre habrá quien compre sus obras. La diferencia es que ahora no podrán ganar lo que antes ganaban y por ende, quizás tengan que ser más selectivos cuando las editoriales deciden imprimir una obra o bien, cuando se disponen a ponerla a la venta en formato electrónico.
Pero regresando al punto, no es esto lo que les molesta a los creadores de ACTA, PIPA o SOPA. no. Los derechos de autor es simplemente una cortina de humo.
Lo que les molesta es que de pronto en las redes sociales la gente tenga un medio de expresión libre, sin censura, el cual puede dar una nueva cara a los problemas que cotidianamente vivimos en las ciudades. Los gobiernos tienen como contrapeso los medios y si a esto le añadimos que ahora gracias a Internet podemos -casi siempre por la vía de las redes sociales- decir lo que pensamos, pues acallar a quienes no están de acuerdo con las tantas cosas que hacen los gobiernos parece entonces imposible. Por ello mismo Wikileaks ha tenido tantas dificultades con las leyes y por eso su fundador está en la mira de los gobiernos poderosos: hay que mostrar mano dura y el Reino Unido, en este caso, está decidido a deportar a Assange para que enfrente esos extraños casos de violación por los que se le acusa.
Así las cosas, a mí me queda clarísimo que estas iniciativas de clara censura es por la desesperación de controlar lo que ya es incontrolable.