Hoy en día vivimos un momento espectacular en lo que se refiere a cómputo. Tenemos máquinas que son al menos miles de veces superiores a las que se usaron en los años 80s y 90s del siglo pasado. Hoy los discos duros pueden contener terabytes de información y hay acceso además a una serie de dispositivos inimaginables como los USBs, como las tablets e incluso los teléfonos inteligentes que son muchas veces más poderosos que las computadoras usadas por la NASA para llegar a la Luna.

Pero en el tiempo de los 8 bits había algo que quizás se ha perdido con los años. Como las máquinas tenían limitados recursos de memoria (por ejemplo, la Apple II podía tener hasta 128 KBytes en dos mapas alternos de 64K, es decir, se podía usar uno u otro mapa de memoria, pero no ambos al mismo tiempo), velocidades de 1 o 2 MHz si acaso y monitores que podían desplegar apenas 16 colores. Pero en todas estas limitaciones había más de un programador ingenioso que encontraba cómo hacer algo que sonaba imposible. Y por ejemplo, pudimos ver compiladores de Forth, C e incluso Pascal. Fue una época de hallazgos e invenciones, de programadores que usaban ensamblador porque nada era siquiera comparable en velocidad. Fue un momento en donde muchas bases del cómputo empezaban a bosquejarse para tener ahora lo que llamamos la ciencia de la computación. Francamente eran momentos para jugar con estas maquinitas que poco a poco se empezaban a abrir paso en el mundo moderno y que permearían finalmente hasta hacer de la computadora algo tan común como el teléfono fijo de la casa.

En ese entonces había una serie de revistas que permitían a los apasionados a este nuevo «hobbie», enterarse de los avances. Una de las más publicaciones más interesantes fue «Creative Computing». Revisando un sitio en donde alguien escaneó muchas de esas revistas, hallé que se habla de temas como «Inteligencia Artificial», «Multitareas para una Apple II», «Sintetizadores de música», «esquemas de protección de software», «Rutinas gráficas para la IBM PC», etcétera. Es decir, muchos de esos temas se manejan en nuestros modernísimos días y claramente muchos programadores estaban viendo en la computadora la herramienta del futuro para muchísimas actividades.

Yo creo que vale la pena echarle un ojo a estas revistas, porque hay mucho que nos puede servir para saber de temas que pudiésemos no conocer mucho o bien, para darnos cuenta de la ingenuidad de los autores en lo que escribían en esos tiempos. Esto nos puede dar perspectiva e inclusive alguna visión diferente de como atacar los problemas.

Referencias:

Creative Computing Magazine