¿Qué es lo que un usuario piensa cuando decide que quiere comprarse un teléfono inteligente? ¿Acaso el costo es lo que guía su compra? ¿O tal vez es la marca del teléfono sin importar el precio? Si es alguien enfocado a la tecnología ¿revisará los benchmarks, las pruebas de desempeño que ofrecen los diferentes fabricantes. O se irá simplemente por un “me gusta”  y entonces lo adquiere… Ése es un problema que las empresas de dispositivos móviles ven como crítico hoy en día. El análisis de esta información tiene por objetivo llevar a quien quiere adquirir un teléfono saque provecho de esta información, y a convertir en el líder del mercado a la empresa que se ocupe de estos temas… o a fracasar rotundamente. Y esto es precisamente de lo que habló Jeff Bier, quien es el presidente de la empresa BDTi, la cual hace estudios sobre uso de la tecnología, sobre todo en lo que se refiere a sistemas embebidos y a dispositivos móviles, en el marco de “Workshop”  que la empresa Qualcomm presentó el día de ayer en la ciudad de San Francisco, California.

El primer problema es entender qué queremos de un teléfono inteligente. Probablemente sea la mejor experiencia del usuario al menor costo. Pero, ¿qué significa la mejor experiencia?  ¿Es acaso tal vez una mejor implementación de la funcionalidad actual? Aparentemente hay tópicos muy claros, que son el pan de cada día en boca de los usuarios de los teléfonos, por ejemplo, lo que dura la batería de su dispositivo. Otros temas son: la rapidez de la respuesta del teléfono, la calidad de los contenidos que reproduce, la facilidad de uso, la durabilidad, el diseño industrial del teléfono (la ergonomía del mismo, pues), la capacidad para actualizarse, la marca del aparato, el status que esto da a los que compran los teléfonos.

Sin duda, hay puntos específicos que no se pueden obviar: el desempeño de las apps, incluyendo el sistema operativo, la compatibilidad, la calidad, el desempeño de la red inalámbrica, la eficiencia de la energía, peso y tamaño, la calidad de la pantalla, los sensores incluidos, que de alguna manera miden el entorno y toman decisiones en algunos aspectos al usar el teléfono como en el caso de tomar fotografías, etcétera.

Particularmente el terreno parece ser fértil para los nuevos desarrollos que efectivamente hacen que un teléfono se verdaderamente inteligente. Uno de ellos parece ser la visión por computadora, que representa un interesante reto para dispositivos móviles como son los teléfonos celulares. En este rubro se busca que el procesador pueda recibir diferentes tipos contenidos de video y procesar las imágenes para saber qué clase de contenido estamos recibiendo.  De hecho, las cámaras actuales que ya son parte integral de  cualquier teléfono inteligente, ya son tema obligado. A través de la visión por computadora móvil  estamos acercándonos a hacer del teléfono inteligente, más inteligente aún. Si las aplicaciones logran su cometido, podremos:

  • Tener interfaces gestuales con el usuario
  • Fotografía computacional, sistemas para hacer imágenes panorámicas
  • Realidad aumentada: anuncios, educación, etcétera
  • Nuevas capacidades como atención a pacientes enfermos, seguridad en el automóvil, entre muchas otras

Por ejemplo, imaginemos que hemos bebido de más y queremos conducir el automóvil. Quizás un sistema automatizado podría discernir nuestro rostro y saber si estamos en condiciones de manejar o no. De manera similar, podríamos enterarnos si el conductor se está distrayendo, por ejemplo, checando su teléfono móvil.

La dificultad es que actualmente se necesita una enorme cantidad de bytes para reconocer imágenes. Por ello, un mejor celular decididamente tendrá que ser mucho más rápido de lo que son actualmente. Una primera  solución sería la de añadir nuevos núcleos a los procesadores de los teléfonos. El problema es que esto requiere de tener más energía y por ende, no parece ser la manera de resolver la dificultad. El truco es tal vez la idea de Qualcomm: hagamos grandes pequeños procesadores. Esto es, usemos la computación heterogénea, que permite que dos procesadores cambien de estado (de procesar a no procesar), en la medida que encuentran carga de trabajo. De alguna manera se busca hacer procesamiento asimétrico, que hace que los núcleos trabajen con diferentes cargas de trabajo y no compartan esta carga de manera igual en todos los núcleos. Esta sencilla idea (cuya implementación no es trivial), puede ser la clave para el desarrollo de teléfonos inteligentes más poderosos.

Y esto nos hace regresar a medir la eficiencia,  a los benchmarks. De acuerdo a Jeff Bier, los benchmarks se hacen incorrectamente y no dan información útil para el usuario final. Por ejemplo, es común ver benchmarks del cálculo del número Pi, y aunque a los profesionales del cómputo les da una idea esta métrica, al usuario final, a aquel  que precisamente va adquirir un teléfono, le dice poco o nada, pues finalmente, ¿quién usa su teléfono para saber las siguientes 1000 cifras de Pi?

El problema no es medir cuántos núcleos tiene un procesador, o su velocidad de procesos. Estos benchmarks están diseñados para ver características de los procesadores de forma aislada, pero no en el contexto de la información que requiere el usuario final. En este caso entonces habría que ver por ejemplo, los tiempos de carga de páginas web en el teléfono, la respuesta en los juegos, la batería, la calidad del sonido reproducido, la calidad de la imagen de la cámara, etcétera. Es decir, los benchmarks deberían poder especializarse en términos del nicho de mercado que se está atacando. Hacer benchmarks genéricos sí, dan algo de información, pero ésta no tiene ningún valor para el usuario final, el cliente, el que en última instancia pagará por el teléfono.

Los benchmarks actuales se enfocan a características individuales de los teléfonos, que llevan a los límites pero que no miden la experiencia del usuario. Peor aún, son incomprensibles para el 99.99% de los consumidores. Tienen pocos controles experimentales (cada quien hace las pruebas que les interesan), no son reproducibles en muchos casos, están pobremente documentados y además, asumen que mientras más desempeño, siempre es mejor.

Bier propone un cambio en esta tendencia. Entiende que hacer benchmarking es complejo, que requiere de una aproximación diferente que vaya más allá del desempeño del procesador (por ejemplo, la experiencia en un videojuego puede sere fatal si se tiene una pantalla lenta o de pocos colores). El punto será entonces, de acuerdo a Bier:

  • Realmente entender lo que “mejor”  significa para los usuarios
  • Medir lo que le interesa al usuario, no las cosas que son fáciles de medir
  • Diseñar y usar buenos benchmarks, holísticos y reproducibles
  • Optimizar diseños (procesador, software, etcétera), para mejorar la experiencia del usuario
  • Añadir funcionalidad donde se da un valor agregado al cliente

Esto, indica el  ponente del Workshop de Qualcomm, puede ser mucho más ilustrativo de lo que tenemos que hacer para tener un teléfono más inteligente.

 

Referencias:

Qualcomm