Soy Ninde. Ando en mis veintes y desde hace cuatro años trabajo en el activismo de derechos humanos con enfoque en la diversidad sexual y los derechos sexuales y reproductivos.

El martes 29 de marzo, alrededor de las 7:15 pm, mi compañera y yo tomamos un vagón rosa en la estación de Bellas Artes con dirección a Tasqueña. Recuerdo a una chica que también iba a abordar haberle dicho a sus amigas “no mames, ahora sí a madrazos entramos” por lo lleno que venía el vagón.  Subimos a empujones y con el cambio de estaciones terminé pegada a la puerta que no se abre. Éramos tantas que ya no era necesario sostenerme de los tubos.

No recuerdo en qué estación al vagón empezaron a subir hombres, ninguna de las mujeres que estábamos ahí dijo nada. Ninguna jaló la palanca, yo no sabía que eso se podía hacer. Uno de estos hombres que subió, se puso entre mi compañera y yo. Este tipo tenía su mano derecha abajo, parecía que quería tocarme la vulva, así que tome mi bolso y lo puse entre nosotros para evitar ese toque. Iba vigilando eso, que no me tocaran las nalgas, que no me abrieran la bolsa. A mi costado izquierdo, estaba un hombre con una mochila. Apenas y se movía, en una de las estaciones bajó corriendo.

Cuando llegue a General Anaya, descendí con otras mujeres, estaba acalorada y sentí mi pierna izquierda húmeda, cuando voltee a ver noté que estaba manchada de semen. Ya era muy tarde para poder hacer algo, estaba incrédula y me fui enseguida.

Al día siguiente decidí hacer una denuncia pública, para que las mujeres conocieran mi historia y tomaran precauciones. Sin embargo esta acción tuvo dos efectos, uno muy positivo donde las personas y la sociedad civil han sido muy solidarias conmigo; el segundo ha sido un acoso cibernético constante.

Varias cuentas anónimas han mencionado que fueron ellos, que la próxima vez me van a violar, que lo inventé para hacerme famosa, que mi intención era molestar a Mancera, que me van a matar por molestar «al patrón».