Por mi trabajo he podido conocer todas las versiones de Windows. Sí, todas, desde la primera en 1986. Al principio realmente no servía para nada, hasta que poco a poco fue ganando popularidad y digamos que a partir de Windows 95 todo comenzó a cambiar. El sistema operativo por fin tenía una utilidad, los “mouses” estaban cada vez más disponibles y después de varios años de su lanzamiento original por fin se podía usar para asuntos de “trabajo” y productividad, el hardware también era más potente y no había que esperar tanto para poder completar tareas sencillas o complejas.
Después vino Windows 98 y Windows XP. Este último conocido genéricamente como “el mejor Windows de la historia” tal vez por vox pópuli, no necesariamente con ninguna base científica ni de sistemas. Su popularidad fue tan grande y sigue funcionando tan bien en muchos ambientes, que nadie quiere tocarlo ni mucho menos “mejorarlo” a alguna versión más reciente.
En enero de 2007 finalmente es lanzado Windows Vista, con el que al parecer a mucha gente no le fue muy bien -a mi casi nunca me falló- y comenzó la campaña negativa de “boca en boca” más grande que recuerde donde la empresa nunca salió bien librada. Decenas de artículos, comentarios, videos y “dramas de la vida real” donde la gente hablaba pestes de la versión “Vista” e incluso se hicieron muchas bromas al respecto.
Hasta Octubre de 2009 aparece Windows 7 que funciona mucho mejor que el anterior y recibe excelentes comentarios de parte de la “prensa especializada” y en general de los usuarios. Esta versión funciona bien, no “se traba” tanto y poco a poco se va olvidando el asunto de los problemas con Vista.
En octubre de 2012 sale a la venta lo que sin duda para muchos es el principio del fin de la hegemonía de Microsoft en sistemas operativos: Windows 8. Nunca bien comprendido, queriendo abarcar diferentes dispositivos -en especial tabletas- con esa nueva “interfase” que antes se llamaba Metro y con muchos dolores de cabeza para los usuarios acostumbrados a otra forma de trabajar, el recibimiento de la versión 8 no es tan positivo. Los nuevos usuarios que nunca habían tocado Windows no les importa, pero los anteriores con años y años acostumbrados a trabajar de una forma, de repente lo que quieren aprender es como “quitar los cuadritos” y regresar al conocido “escritorio”.
Es tal la presión que en la versión 8.1 se puede decidir si se quiere la entrada “clásica” al escritorio o la nueva interfase colorida y con más información. En medio de todo este asunto, hace unos cuantos días se anuncia la versión 10 “de prueba”. Se saltan el número 9 (hay muchas teorías sobre este cambio en la nomenclatura, pero realmente no es tan importante) y simplemente se van al 10.
Bien dicen que hay que hacerle caso a los clientes y Windows 10 regresa el conocido menú de inicio, pero como Microsoft no puede simplemente decir “ah, claro, ahí está su menú, nos equivocamos” ahora incorpora lo que antes se presentaba como la interfase Metro dentro de ese mismo menú de inicio. Ahora resulta complejo entender las diferencias de las aplicaciones tradicionales y las de “pantalla completa”. También se complica el asunto de los escritorios virtuales que han existido durante años en otras plataformas, pero que realmente dudo que sean de gran utilidad para el usuario promedio.
¿Qué ha pasado con toda esta historia de Windows en los últimos años? Hay dos respuestas. La primera es que Microsoft no ha podido o no ha sabido como adaptarse a los nuevos dispositivos y la segunda es que, precisamente, cada vez se usa menos la PC, cada vez importa menos Windows por sí solo. Lo que las nuevas generaciones usan son teléfonos inteligentes y tabletas. Claro, cuando hay que hacer un trabajo, una presentación o una hoja de cálculo, usan las aplicaciones correspondientes, vía Web o el conocido y supremo Office de la misma Microsoft. Pero no piensan en Windows. No saben ni les interesa qué es Windows, qué versión tienen, que parche está aplicado, si es Home Edition, si es “Starter” si es original, si es pirata, si tiene soporte para 32 o 64 bits. Nada de eso importa, porque la forma de usar “la computadora” ha cambiado mucho.
¿Estará Microsoft listo para los siguientes años frente a las computadoras de los consumidores individuales? No lo sé. Lo único que sigo repitiendo es que la joya de la corona de esa empresa es Office. No es Windows. Esperemos a conocer las reacciones con Windows 10 y cómo es recibido por la gente que todavía le importa mucho esto del “sistema operativo”.