Cuando se habla de un VHS, muchos recordarán los videos caseros transferidos de una cinta de hi8 o de 8 mm; también la antigua película de Dumbo que se reprodujo en la videocasetera hasta que el casete se desgastó. En Rumania, la percepción del VHS es muy distinta, pues gracias al trabajo de doblaje de una sola mujer, los habitantes parecen haber modificado sus propias mentes a pesar del cerco.
En los años ochenta, durante la Rumania comunista, las películas de la cultura estadounidense estaban prohibidas, aparentemente porque se pretendía censurar cualquier idea de “libertad” que estuviera fuera de los lineamientos del modo de producción adoptado en este país.
Sin embargo, tal como lo narra The New York Times en un trabajo documental, un empresario se las arregló para llevar las películas hollywoodenses a través de cintas VHS, pero como estaban en inglés, era necesario un trabajo de doblaje. Fue entonces cuando Irina Margareta Nistor, quien trabajaba en la TV nacional, entró en esta historia.
Este extracto del documental Chuck Norris vs Communism, que está próximo a estrenarse, narra el pasaje donde Irina explica lo bien que se sentía de poder ver las películas que provenían del exterior, y así, formar parte de algo que estaba en contra del comunismo.
Algunas de las personas entrevistadas explican que las cintas se volvieron un fenómeno masificado, con personas de todo tipo – incluyendo curas – buscando una copia de los VHS. Uno de ellos indica que nadie sabía quién era “la voz”, pero que todos la conocían…se volvió parte de sus vidas y de las “funciones de películas” que se organizaban de forma clandestina.
Independientemente del planteamiento que se hace en el documental, que pone la “libertad norteamericana” como una aspiración inalcanzable para los rumanos de esa época, es impactante escuchar a las personas que dicen haber quedado impresionados con la forma de vida que se tenía del otro lado del mundo, donde el comunismo no existía.
Y más aún, saber que una pieza de antaño como lo fue el VHS también se volvió un elemento cultural de gran peso para una sociedad confirma una vez más que la tecnología es un vehículo clave para el desarrollo. Todo depende de cómo se use.
Referencia: The New York Times