Películas y libros de ciencia ficción han creado un hambre por los visores de esta tecnología y las experiencias inmersivas que supuestamente ofrecen pero ¿usar un par de gafas especiales realmente tiene un mayor poder para transportarnos a otro lugar?
El dispositivo insignia en la actualidad para la realidad virtual es Oculus Rift, un visor estereoscópico de campo de visión amplio y rastreo de cabeza, que te aísla del mundo, tal y como prometen la mayoría de las películas.
En nuestra conciencia cultural colectiva, la realidad virtual es el visor, pero resulta que los elementos complementarios que prestan a la experiencia visual en realidad no añaden más información a la que un ser humano puede deducir de observar una imagen de forma más tradicional.
¿A qué me refiero con esto? Por ejemplo, si Bruce Willis derriba un helicóptero montado en una motocicleta en nuestro televisor, el actor no actuará de forma diferente en un Oculus Rift. Se trata del evento en sí lo que lo hace emocionante y no la manera en que lo ves.
Los grandes fenómenos sociales como el Internet y los smartphones fueron generados por los avances en nuestras capacidades para actuar y procesar el mundo. Los visores de realidad virtual nos muestran lo mismo que podemos ver en una fotografía pero de una forma diferente; lamentablemente, esto no es suficiente para cambiar a la sociedad.
La realidad virtual para los ojos, a pesar de ser ciertamente entretenida, es poco probable que genere nuevas industrias.
Así que cuando leas títulos sensacionalistas como que el futuro del turismo ha llegado o que Google Cardboard salvó la vida de un bebé, ten en mente que los que los escribieron cometieron un error cognitivo, al creer que un visor de realidad virtual es necesario para ver un mundo tridimensional en una computadora.
Por alguna extraña razón, estos autores han olvidado que las personas han vivido dentro de mundos 3D desde los días de juegos como Doom y Super Mario 64, con nada más que un monitor y un mouse o un control.
El cerebro es donde reside la realidad y la experiencia de un padre de ver el nacimiento de su hijo a través de Skype es igual de profunda que de forma presencial. Y es que de hecho, hemos podido experimentar una intensa inmersión psicológica en ambos mundos 2D y 3D desde hace tiempo; sólo es cuestión de preguntarle a los más de 100 millones de jugadores que han probado World of Warcraft.
Aún así, compañías financieras importantes han hecho predicciones audaces sobre la realidad virtual y la realidad aumentada. ¿Realmente generarán más de 80 mil millones de dólares en menos de una década? Es probable que no.
La realidad virtual, a pesar de ser estimulante para los ojos, no ofrece ninguna información nueva al espectador y de hecho, es más comparable a los televisores 3D (que nunca despegaron) que a los teléfonos inteligentes.
Por el contrario, la realidad virtual para las manos da más poder a los seres humanos. Si quieres encontrar el hilo mágico a seguir para encontrar oro en esta tecnología, entonces enfócate en las manos.
El mouse ha sido uno de los primeros dispositivos de entrada que muchos de nosotros utilizamos y que están relacionados con la realidad virtual. A diferencia de las teclas de flechas tradicionales, con el ratón puedes moverte básicamente en cualquier dirección y de forma rápida. Este periférico cambió por completo la manera en que usamos las computadoras.
Ahora existen nuevos controles más sofisticados usados para la realidad virtual que hacen básicamente lo mismo que un mouse pero en un nuevo nivel. Estos llevan por nombre controles de movimiento uno a uno y sirven para que, cualquier movimiento que hagamos en la vida real, sea replicado en el mundo virtual tridimensional. Esta tecnología es muy simple de usar, pero sobre todo, nos permite hacer más cosas que de otra forma no podríamos con tan solo una pantalla táctil o un ratón.
Esta nueva generación de controles de movimiento, iniciada por el Wii Remote, el PlayStation Move y el Razer Hydra, está evolucionando a la madurez por dispositivos como los mandos Oculus Touch y Vive, y es justo con ellos que vemos una diferencia dimensional en lo que podemos hacer.
Los ratones pueden rastrear nuestras manos en dos dimensiones, pero la próxima generación de controles de movimiento pueden medir no sólo tres, sino hasta 12 dimensiones a la vez, esto si consideramos que cada mano tiene tres dimensiones de posición y tres de orientación. Canalizada adecuadamente, esta corriente de entrada mucho más masiva nos permite especificar mucha más información simultánea en una computadora.
Vivimos en una cultura visual, y con frecuencia se nos olvida que nuestras manos fueron las que nos trajeron hasta aquí. Usamos nuestras voces para la comunicación social, pero todo lo demás que hacemos es con nuestras manos y es justo esta parte del cuerpo la que tiene el potencial de cambiar la forma en que actuamos en un espacio virtual.
En resumen, una realidad virtual enfocada meramente en nuestros ojos fallará. Sí, las personas probarán los visores y los amarán, pero probablemente se nieguen a usarlos de nuevo a la siguiente semana, a menos que de quizás lleguen a un punto de ser extramadamente baratos en términos monetarios y de conveniencia.
Pero la realidad virtual enfocada en nuestras manos se convertiría en un pilar de la forma en que manipulamos los datos digitales, y esto sucedería tan pronto como la mayoría de las personas consiga comprobar qué tan poderosa puede llegar a ser.
Para aceptar lo anterior, es necesario que fijemos nuestras expectativas para la realidad virtual ligeramente por debajo de la emoción por ella que vemos en los medios de comunicación de hoy en día.
No se trata de un nuevo Internet. La realidad virtual enfocada en el aspecto visual puede complementar la industria del entretenimiento, pero simplemente no puede cambiar la forma de interactuar con el mundo digital, algo que la realidad virtual para las manos sí puede.
Es por ello que, a pesar de que la vista es el sentido primario del ser humano, es hora de que todos empecemos a poner más atención a nuestras manos; a final de cuentas, éstas han definido el mundo en el que actualmente vivimos.