Hasta los primeros años de este siglo, la única relación que había entre un teléfono y un reloj era marcar al 030 para escuchar la hora exacta en voz de una dama y, después, de un caballero que hasta daba algunos mensajes importantes, como recordar la fecha de las elecciones o del censo.
Es algo similar a que la televisión, paradójicamente, ya no se usa para ver televisión (en el sentido ingenieril de la palabra), el teléfono ya no sirve para llamar y, próximamente, el reloj ya no sólo servirá par dar la hora.
Con la llegada de los celulares, los relojes se volvieron a traer en el bolsillo (como aquellos de cadenita del siglo 19) y, de hecho, varios modelos, como algunos Motorola, desarrollaron características especiales tras descubrir que ver la hora era uno de los principales usos que le daban las personas a su teléfono.
Al mismo tiempo, el reloj se convirtió en una joya, en una especie de símbolo de estatus y, hoy, traer un reloj chafa es algo imperdonable en algunos círculos, al mismo tiempo que puede resultar inútil porque, prácticamente, el celular siempre lo traemos en la mano.
Justo esa oportunidad de mercado es ahora aprovechada por las compañías de tecnología porque, honestamente, ¿qué mejor prenda para empezar con lo wearable que un reloj?: es un accesorio conocido por el usuario y que puede transmitir estatus, dos puntos a favor para vender algo que ya casi nadie uso (basta con ver el Apple Watch de oro).
Aunque ya llevan varios meses en el mercado, el lanzamiento del smartwatch de Apple arranca oficialmente la carrera por saber quién será el líder en ese rubro, y parece que la competencia se pondrá interesante entre las grandes compañías de tecnología, pero también entre algunos relojeros “tradicionales” y otras nuevas empresas especializadas en el desarrollo de estos dispositivos.
El reloj, desde hace algunos siglos, ha sido un dispositivo “inteligente”, pero ahora estamos viendo cómo entra a su época multitask (aunque aquellos Casio con calculadora ya lo eran) y, aunque no sabemos con certeza si será una moda pasajera, lo cierto es que puede funcionar como puerta de entrada a la masificación de los accesorios weareables, algo que sí provocará una verdadera revolución en el mercado (y que, a su vez, sería la plataforma para que termine de despegar el internet de las cosas que, a su vez, impulsará temas como las ciudades inteligentes… y así en adelante, pues).
Así que el smartwatch es sólo el inicio de una revolución más grande y que no tardará mucho en llegar; mientras, hay que ahorrar para portar en la muñeca el que más nos guste, sabiendo que será un gasto pasajero. Así de simple.