El ya imborrable partido de octavos de final de Brasil 2014, disputado entre México y Holanda, lo presencié en una sala de cine llena de unos 500 aficionados esperanzados en ver cómo el Tri podía llegar a un quinto partido… pero, como cada cuatro años desde 1994, esto no sucedió.
La reacción de los asistentes tras el primer gol fue un silencio más profundo que si estuvieran viendo una película de arte, era una especie de reacción a, literalmente, una película que ya todos habían visto y, por lo tanto, sabían en qué acababa.
Y, efectivamente, el final llegó un par de minutos después, cuando tras un espectacular clavado de Arjen Robben, el árbitro marcó un penal a favor de los holandeses y, por primera vez, pronuncié y escuché a mi alrededor la frase “¡no era penal!”.
Ya es bien conocido en qué se convirtió el #noerapenal y que ha sido inspiración de memes, bromas y hasta comentarios del Presidente de la República (algo así como el “Yo no fui” de Bart Simpson), pero es importante analizar más a fondo lo que significa este fenómeno.
En 1985, la Ciudad de México sufrió la más grande de sus tragedias cuando fue azotada por un terremoto de 8.1 grados y que, prácticamente, la dejó incomunicada durante varias horas. La cantidad de muertes y de destrucción de ese fenómeno natural es incuantificable hasta la fecha, pero los chistes al respecto no faltaron, aunque tardaron un par de días en difundirse, lo cual se explicaba con otro chiste: “es que Pepito estaba debajo de los escombros”.
Con el tiempo, los mexicanos han aprendido a reírse de sus desgracias, tal y como lo hace cada 1 y 2 de noviembre con la muerte, fecha que bien podría considerarse como la fiesta nacional más importante del país, inclusive por encima de la conmemoración de la Independencia.
Para muchos mexicanos, ser eliminados nuevamente de un Mundial en circunstancias similares a las de otras ediciones, como en 1986, 1994, 1998 o 2006, es una verdadera desgracia, pero prefieren tomarla con humor.
Aunque ha sido usada más como excusa y no como explicación, la historia de México está basada en mártires y perdedores: el Padre de la Patria fue capturado y fusilado, el héroe que convocó a la Revolución fue asesinado por la espalda, el gran poderío de los Aztecas fue insuficiente para derrotar a los españoles (aliados con otros de sus enemigos locales) y el “Piojo” no soportó 45 minutos de ataque de Holanda.
El #NoEraPenal es una de las formas que tienen los mexicanos (o los que tienen acceso a internet) de ahogar las penas en un nuevo medio, las redes sociales, que resultaron ideales para derrochar creatividad y contar chistes en cualquier momento, sin tener que esperar a una reunión familiar o una boda.
Esto también demuestra que lo “viral” es espontáneo, que la gente lo toma como suyo sin necesidad de que le dicten un hashtag en un programa de televisión o en una cuenta de Twitter manejada por un community manager.
Así, mientras en la televisión nacional se presentaba a los aficionados mexicanos en estado de ebriedad afuera de los estadios y a cómicos contando chistes reciclados de la década de los 60, en internet se derrochaba creatividad. Tan es así, que los medios “tradicionales” terminaron por tomar lo que se estaba comentando en las redes y así el mensaje se hizo todavía más grande y llegó a instancias como la política, cuando ciudadanos que asistieron a votar en Coahuila y Nayarit el fin de semana pasado anularon sus boletas con la leyenda “No era penal”. Quizá la próxima revolución en México se hará mediante un hashtag.
A estas alturas, ya no es relevante el hecho que dio origen de la frase, sino solamente importa una cosa: que #NoEraPenal, así de simple.