El otro día recibí un mensaje en mi teléfono celular. Era un aviso de la compañía telefónica, en donde me decían que me había quedado sin megabytes para usar en mi conexión vía 3G. Desde luego, se me ofrecía que entrara al navegador y comprara megabytes extras al pago que hago mes a mes en mi contrato. Normalmente no me paso del límite de megabytes pero como había cambiado de teléfono, hube de recargar todas las apps que usaba, algunas como Facebook o Twitter, el navegador Chrome y evidentemente, los programas de ajedrez que uso frecuentemente. Esto probablemente incrementó mi consumo.
No me hacía muy feliz el pagar los megabytes extras, 200 pesos por 500 MB extras o 50 por 100 MB más. De acuerdo a las condiciones, al reiniciar el siguiente mes con los MB que se me tienen asignado, perdería lo que hubiese comprado y no gastado. Así que por unos días estuve pensando sobre este asunto.
Y entonces noté la absurda dependencia a la que estamos sometidos. Por ejemplo, estoy esperando en el dentista y en lugar de leer/hojear las revistas que hay, saco el celular y reviso -por enésima ocasión- mi correo o bien, entro a ver lo que se ha escrito en Facebook o Twitter. Si se trata del correo, podremos ver que no hay necesidad de estar tan atentos al mismo, pues los mensajes no van a desaparecer si no los leemos. Si es Facebook, lo que los amigos y conocidos escriben quedará ahí y eventualmente lo veremos. Quizás Twitter sea más importante, si vale el calificativo, de revisar ya, pues los mensajes cambian mucho más rápidamente. De ahí que sea ciertamente una ilusión que alguien con muchos seguidores retuiteé alguno de nuestros mensajes, porque ante la velocidad de cambio, es probable que muchos ni siquiera vean el mensaje retuiteado.
Pero el punto importante es esta curiosa adicción a algo que realmente no lo merece. Las compañías telefónicas nos han hecho creer que hay que tener acceso a la red social a toda hora, cuando la verdad es que es absolutamente prescindible. Digamos que si voy a comer y me sirven un platillo exquisito, no podré tomarle una foto y “postearla” de inmediato pero… ¿a poco el mundo no puede vivir sin que mandemos la foto en ese momento?
Tal vez por eso habría que reconsiderar nuestros hábitos de uso de Internet. Quizás logremos zafarnos de esta dictadura que nos han impuesto en el uso de la red. Pudiésemos entonces dejar todos estos absurdos de revisar el correo diez veces por hora (promedio) o entrar y postear en Facebook la siguiente babosada que se nos ocurra.
Y sí, creo que las redes sociales dan margen para cualquier tipo de comentarios, pero claramente hay muchos que son innecesarios. Está en nosotros el cambio, el cual bien podría sacar mucho mejor provecho de lo que los nuevos medios y la tecnología ofrecen. La adicción a Internet es en realidad una ilusión. Pronto, cuando por alguna razón nos quedamos sin conexión un par de días, nos damos cuenta que no pasa nada, que no se acaba el mundo si no contestamos los mensajes de correo o los que nos mandan por Facebook… ¿A poco no?