Pero también se protegen las obras intelectuales, las novelas, por ejemplo, que permiten a un autor recibir regalías por sus obras e impedir que un tercero se beneficie prasitariamente de otros. Con ese mismo criterio quizás, las empresas de software han buscado patentar sus productos de software. Hace años, Atari protegió con derechos de autor su juego Pacman. Particularmente lo que se protegió fue el look & feel, es decir, cómo se ve y se siente, vamos, cómo se juega. La desaparecida empresa Atari sabía que las ideas no tienen derechos de autor ni patentes. Lo que sí se puede proteger es la expresión particular de una idea.
Otro ejemplo fue la interfaz de Lotus 1-2-3, la cual patentó la firma que producía esta popular hoja de cálculo y evidentemente, si alguien quería usar esta idea, en otro programa incluso, debía pagarle a Lotus por permitirle usarla. El resultado de esto fue contrario a lo que pensó Lotus (que fue comprada por IBM). En lugar de que la gente pagara por poner esta interfaz en sus productos, simplemente no le hizo caso y usó la interfaz de los menús con ventanas, la cual domina el mercado y que además, no es de nadie. Así desapareció la interfaz del 1-2-3.
Las patentes se pusieron para promover el progreso de la ciencia y de las artes. Protegiendo al legítimo autor de una obra se permite que éste pueda sentirse incentivado a continuar con su trabajo. Sin embargo, en lo que se refiere a patentes de software, el asunto ha llegado a límites absurdos, pues hay quien quiere, por ejemplo, tener la patente del HeapSort, una rutina para ordenar datos, la cual está descrita en la gran mayoría de los libros de programación, o bien, que demanda a una empresa por usar 10 líneas de código y se sienten agraviados, pidiendo miles de millones para subsanar el problema.
Tal vez el problema es que se han dado demasiadas patentes, lo que lleva a la creación de toda una industria en litigar y negociar en lugar de innovar… En el sector digital, las patentes simplemente no parecen funcionar y entre más patentes se otorgan en este rubro, hay más problemas legales. Muchos podemos entender que algunos algoritmos -en programas específicos- son extraordinarios, y esto es a veces el secreto de hacer dinero o no. Pero en términos reales, las patentes sobre estos programas no benefician a la sociedad. La razón es que siempre hay manera de hacer algoritmos similares los cuales emulen o copien los que se ven en un programa en particular. Así, lo único que vemos es que se duplican esfuerzos en muchas ocasiones. Eso francamente va contra la idea de promover la innovación ¿o no?
Mark Zuckerberg lo pone de esta manera (a los 10 años del nacimiento de Facebook): “Cuando reflexiono sobre los últimos 10 años, me pregunto ¿por qué fuimos nosotros quienes construímos esto? Éramos sólo estudiantes. Teníamos pocos recursos, muchos menos que las grandes compañías- Si ellos se hubiesen enfocado en esto probablemente lo hubiesen hecho. La única respuesta que se me ocurre es que: nosotros nos preocupamos más que ellos”.
Mientras el sistema de patentes siga el mismo camino, seguiremos viendo estos “patent trolls” que buscan sacar dinero de todo con artilugios legales, o asumiendo que habrá quien prefiera negociar a meterse en la Corte para resolver el problema. En mi opinión, quien tenga un algoritmo único e irrepetible lo mejor que puede hacer es usarlo sin decirle a nadie cómo funciona, es decir, manteniéndolo en secreto, porque de otra manera, en el momento actual de las patentes, particularmente en Estados Unidos, simplemente lo que logrará es que tarde o temprano se le demande por alguna supuesta violación a una patente de software anterior.
Referencias: