Existe un concepto llamado “el Internet de las cosas” que lleva ya circulando varios años. Recuerdo cuando la firma Sun Microsystems quería darle una dirección IP “a todo, hasta a cada foco de tu casa” y en ese entonces, sonaba disparatado y un poco fuera de lugar. Después de todo, ¿quién querría los focos de su casa “conectados” a la red?
Los años han pasado y la tecnología ha continuado su desarrollo. Ya no existe nada nuevo -es decir, sorprendentemente nuevo- en varios campos como computadoras personales, impresoras, teléfonos celulares inteligentes y demás “productos de consumo”. Todas las firmas lanzan nuevos modelos de, básicamente, lo mismo. Pantalla más grande, procesador más poderoso y otras características que suman, pero no aportan nada nuevo.
Así, parece que cierta parte del mercado quiere “conectar todo” a la red, haciendo por supuesto obsoleto todo lo anterior que no cumpla con esta característica (tal y como ese excelente negocio mundial llamado “ecología”). Hace unos cuantos días volví a probar un aparato que “enciende y apaga” lo que se le conecte en la clavija. Pensado para automatizar ciertas actividades o funciones de cualquier persona, se conecta a la pared, se le conecta algo y se programa a través de una aplicación.
Compramos un par en unocero hace más de seis meses, los “reseñamos” y simplemente se quedaron por aquí en las repisas donde vamos colocando todo tipo de gadgets que nadie usa. Pero como recordar es volver a instalar, me lo llevé a mi casa de nuevo para ver si encontraba algo qué conectar. Por más que interrogué a la familia que qué se les ocurría conectar, no me dijeron nada. Así es que lo puse en una lámpara de la sala. Lo programé y ahora puedo encender y apagar la lámpara ¡desde dónde me encuentre!
Entiendo que puedo ser un caso aislado y que tal vez no le encuentre mucha utilidad a este tipo de dispositivos que, por cierto, la línea completa incluye opciones como cámaras de “vigilancia”. Con todo instalado y funcionando -y con buena cobertura tanto de WiFi dentro de casa como celular en la calle- se pueden hacer maravillas que no sé a quién le puedan funcionar. Podría, por ejemplo, indicarle al sistema que cuando esté a cierta distancia de mi casa, encienda el aire acondicionado y tal vez una luz. Que todas las mañanas a las 7AM encienda el radio y, en caso de tener cortinas o persianas eléctricas, las abra para que entre el sol en la habitación. Uno de los usos más sencillos de comprender es el que tiene que ver con el árbol navideño. Se puede programar para que lo encienda y apague en el horario deseado… pero eso dura unas cuantas semanas al año.
Así las cosas, no sé exactamente si estas soluciones que “internetizan” algunos artefactos pueden llegar a considerarse parte del “Internet de las cosas” o no. El 99% de la tecnología no se crea en México ni otros países de la región sur del continente, por lo que las necesidades tampoco son las mismas, así es que habrá que adaptar lo mejor que se pueda.
Sigo buscando qué poder “prender y apagar” desde cualquier lugar y me preocupa un poco toda esta “automatización” … si las cosas siguen como van, dentro de poco recibiremos mensajes del tipo “Hola, ha encendido y apagado su aire acondicionado 8,340 veces. Necesita hacerle un servicio, haga click en esta liga para aprovechar la oferta”. Y las empresas que controlan todos estos datos, sí me preocupan. “Hola Javier, vemos que hace dos meses tiene un foco fundido en su casa. ¿Nunca lo vas a cambiar?”