En lo que va del Mundial de Brasil, en todo el planeta se han generado miles de versiones de uno de los productos más característicos, originales y espontáneos de las redes sociales: los memes.
Estas imágenes acompañadas de un texto corto, generalmente chusco, humorístico y/o irreverente son generadas por los usuarios para protestar, bromear o burlarse de diversos temas y suelen ser tan divertidas que la gente gusta de compartirlas a través de diferentes medios.
Obviamente, los memes siempre son creados por alguien, pero la mayoría son anónimos, no tienen firma ni marca registrada, nadie busca quién es su autor y, por el contrario, en segundos se vuelven del dominio público.
Su éxito ha sido tan grande que medios “tradicionales” suelen retomarlos para ilustrar primeras planas de periódicos o presentarlos en algún programa de televisión o fotogalería, además de que son comentados en charlas de café y compartidos por WhatsApp.
A pesar de que, por definición, son obras espontáneas, no han faltado aquellos que quieren utilizarlos para promover algún producto, para llevar visitantes hacia alguna página web, atraer seguidores a una cuenta de Twitter y hasta ha habido casos en los que son aprovechados por algún diseñador para solicitar empleo.
Cuando una marca o una empresa quiere hacer esto, se convierte en un producto publicitario, un simple cartel que pierde todas las características de un meme y que intenta, por así decirlo, “privatizar” la espontaneidad de este medio de expresión.
Así, vemos que, a través de supuestos “memes”, algunas empresas quieren vender chicles, antiácidos, refrescos, portales de Internet, programas de televisión, frituras o hasta huevo y pollo.
Dudo que tengan un resultado impactante, porque son pocas o ninguna las veces que haya visto un “meme patrocinado” que llegue a mí después de miles de RTs, entonces, ¿por qué copiar fórmulas?
Este tipo de geniales ideas son producto de “creativos” especialistas en fusilar ideas, directivos de medios encerrados en oficinas y de community managers de copy-paste que, en vez de revolucionar el medio, toman cosas que ya existen porque, simplemente, es más fácil, rápido y, sobre todo, barato… después de todo, ¿cuánto puede costar hacer un meme?
También son esos mismos clientes que llegan con las agencias de publicidad a decirles “quiero hacer un video viral” y que estás últimas, con tal de no perderlos, les venden espejitos asegurándoles que van a pagar por la mejor estrategia social del universo.
Los memes nunca dejarán de ser un excelente medio de expresión de los usuarios, pero lo que sí es verdad es que no son una buena idea para la publicidad, al menos como lo están haciendo ahora, pero dudo que los anunciantes y publicistas desistan de usarlos y se pongan a invertir en nuevas formas de comunicación para aprovechar mejor las redes sociales.
La creatividad cuesta dinero y necesita tiempo, pero mientras se privilegie la búsqueda de objetivos rápidos y efímeros, seguirán copiando ideas, como las de los memes, y seguirán dando vueltas en círculos durante un largo tiempo, así de simple.