La cantidad de información a la que hoy día tenemos acceso es inmensa. Tan lo es, que cada vez nos vemos obligados a comprar más unidades de almacenamiento en la forma de discos duros, discos de estado sólido, USBs, y los que parecen ir de salida, los CDs y DVDs. Por ejemplo, hace apenas pocos años, una memoria USB de 128 MBytes era algo así como extraordinario. Hoy podemos conseguir por unos 300 pesos o menos, memorias de al menos 16 GBytes. Así de impresionante es el mundo de la electronica digital.

Sin embargo, muchas veces se requiere tener los archivos comprimidos, porque por una parte, ocupan menos espacio en los medios de almacenamiento y además, en muchas ocasiones no necesitamos estos archivos más que de vez en cuando, por lo que no es necesario que ocupen toda la memoria de almacenamiento que necesitan. De hecho, cuando los discos duros no tenían los tamaños que hoy tienen (1 TB, 2 TB, etcétera), incluso había programas que comprimían y descomprimían archivos o programas “al vuelo” del disco duro y hacia éste. De esta manera, un programa comprimía todo cuando guardábamos la información y lo descomprimía cuando lo necesitabamos. Pero esta técnica, sin duda interesante en máquinas con capacidades de almacenamiento limitada, ya no es necesaria porque simplemente el costo de las unidades de almacenamiento han bajado considerablemente de precio. Hablar de una máquina con 500 GB o 1 TB ya no es algo que asombre a nadie.

Aún así, los programas para comprimir/descomprimir información (datos, aplicaciones, imágenes, etcétera), siguen siendo útiles considerando que puede ser necesario de pronto mandar a alguien, quizás por correo electrónico o por medio de algún servicio com WeTransfer o HightTail, archivos de muchos megabytes, incluso de gigabytes, aunque ya en estos casos la mayoría de los servicios que permiten estos envíos cuestan una cantidad de dólares al mes. El punto, sin embargo, sigue siendo importante: los archivos comprimidos se mandan en menos tiempo y ocupan menos ancho de banda. Estamos ante una situación que es casi de ganar-ganar. El único inconveniente es que el destinatario tiene que descomprimir los archivos enviados para verlos o usarlos.

Hay una serie de programas compresores/descompresores que son gratuitos o en el peor de los casos, shareware (software compartible). Quizás uno de los más usados es Winrar, el cual -aunque no cuesta- avisa después del período de prueba que hay que pagar por él. Aunque no conozco a nadie que haya pagado, quiero creer que mucha gente ha depositado sus 450 pesos para olvidarse del mensaje que el sistema pone al terminar el tiempo para probarlo. Winrar es un muy buen programa que puede usarse siempre sin pagar, aunque haya que soportar el molesto mensaje que el fabricante pone.

Hay otro programa, 7zip, el cual es totalmente gratuito, de código abierto. Fue desarrollado por Igor Pavlov y soporta, además de su propio esquema de compresión 7zip, los siguientes: zip, gzip, bzip2, tar, rar (para descomprimir, no puede crear archivos rar y sólo soporta las versiones 2, 3 y 4 de este esquema. La versión 5 del formato rar aún no la soporta), cab, arj, z, cpio, rpm, deb, lzh, split, chm, iso, compound, wim, nsis, vhd, ntfs. Probablemente el lector incluso no reconozca algunos de estos sistemas de compresión, pero 7zip ya los maneja.

Si usted tiene necesidad de comprimir información, para mandarla por correo electrónico o bien, para guardar en sus respaldos ocupando menos espacio, 7zip o Winrar son dos buenas alternativas. Desde luego hay otras, como la original y quizás anterior a todas, Winzip, la cual también es shareware (la versión comercial cuesta unos 556 pesos). La que elija seguramente le servirá mucho, aunque la use esporádicamente, inclusive.

Algo más: estos programas compresores/descompresores, permiten ponerle contraseña a los archivos que guardan y entonces incluso, pueden ser usados para mandar información de forma segura a otros depositarios. Sin duda son programas muy útiles en muchos casos.