Justice League de 2017 es una película que llegó precedida de eventos detrás de cámaras que son un claro ejemplo de la maquinaria hollywoodense funcionando en su faceta más rapaz.
Hablamos de una película que fue resultado de un plan improvisado que arrancó con Batman vs Superman (2016) y que obedeció a la urgencia de Warner Bros. de competir contra el Marvel Cinematic Universe, aún si no había suficientes películas introductorias para llegar al crossover.
La recepción negativa que tuvo Batman vs Superman con la crítica especializada y las ganancias en taquilla alejadas de las proyecciones hicieron que Warner entrara en caos interno, que reestructura su organigrama, que desechara el plan de lanzar dos partes de Justice League y que ordenara un cambio de tono para que la única entrega que se haría complaciera a un espectro más amplio de público.
Pero en la etapa de postproducción, el director Zack Snyder tuvo que abandonar el proyecto por la muerte de su hija y Warner, con el fin de llegar a la fecha de estreno anunciada, contrató a Joss Whedon -responsable de las primeras dos entregas de Avengers– para terminarlo, lo que resultó en un producto final de corta duración, ritmo apresurado, incongruente en tono, de efectos visuales débiles, con una trama llena de sinsentidos y que se quedó lejos de las estimaciones del estudio en taquilla.
Después de años en los que Snyder compartió múltiples detalles de su visión original de la película, los fans ejercieron presión en redes sociales y en 2020 lograron lo impensable: que Warner autorizara presupuesto para que el cineasta terminara su corte y lo presentara al público a través de HBO Max.
Y ahora que ese corte por fin llega, la duda gira en torno a si realmente es superior al que Whedon entregó en 2017 o si en términos generales es una buena película, y la respuesta a estas interrogantes descansa en que el espectador cumpla con la condicionante de ser seguidor de Snyder o de DC Comics, porque este, en definitiva, es un filme que excluye al público general.
Era necesario recapitular la historia detrás de cámaras de Justice League porque Zack Snyder’s Justice League tiene las mismas fallas de origen del filme estrenado hace casi cuatro años, incorregibles aún extendiendo la duración a cuatro horas y desechando por completo las escenas filmadas por Whedon.
Hablamos de una cinta que sigue siendo consecuencia de decisiones corporativas que atendieron al afán de hacerle frente a Disney en la arena de los crossovers de superhéroes, con la particularidad de que la casa del ratón se tomó años ejecutando una estrategia de cintas individuales con miras a que la audiencia conociera y empatizara con sus personajes, mientras que Warner aceleró procesos y optó por dar el salto de El hombre de acero (2013), una cinta que claramente no fue diseñada bajo la óptica de universo compartido, a Batman vs Superman, película cuyo único propósito fue fungir como una proto-Justice League.
Zack Snyder’s Justice League pretende subsanar esta premura tomándose el tiempo para introducir a Cyborg (Ray Fisher), Flash (Ezra Miller), Aquaman (Jason Momoa) y al villano Steppenwolf (Ciarán Hinds), quienes en la versión de Whedon cuentan con un puñado de escenas para que el espectador asuma que conoce y entiende a los personajes, cuando lo cierto es que apenas es expuesto a sus motivaciones.
De esta manera, de las cuatro horas que dura el corte de Snyder, una parte considerable se destina a los trasfondos de estos personajes (escandaliza la manera en que la versión de Whedon redujo a Cyborg a la más mínima expresión), y si bien es algo que funciona dentro del universo compartido del que forma parte la película, en realidad son orígenes que impactan en el ritmo y que no debieran estar en una obra que se centra en el equipo superheroico del título.
Por otro lado, Snyder le habla específicamente al espectador que tiene afinidad por DC Comics, de modo que conceptos como las Mother Boxes son explicados en un lenguaje y velocidad más parecidos al que utilizan fans de historietas en una plática casual, que al que una audiencia general requiere para generar puntos de anclaje con la trama.
De ahí la afirmación de que esta es una cinta hecha para los seguidores de DC, situación que la fanaticada más intolerante de la editorial toma como grito de guerra para sostener que un filme de superhéroes es bueno en razón del apego que guarde con el lore de las historietas, argumento que evidentemente carece de la objetividad que necesita mediar en la valoración de una obra.
Pero si dejamos de lado el análisis objetivo y abordamos Zack Snyder’s Justice League como el trabajo que la presión de los fanáticos consiguió, entonces tenemos una película que es marcadamente superior a la de Whedon, ya que funciona dentro de su propia lógica y expone las basamentas que brillaron por su ausencia en la versión de 2017.
Sería una mentira decir que la película de Snyder es un producto completamente diferente al de Whedon, pues los arcos siguen siendo los mismos, es decir, la convicción de Bruce Wayne (Ben Affleck) de juntar a un equipo de metahumanos para hacer frente a una amenaza de otro mundo y la necesidad de resucitar a Superman (Henry Cavill).
Las diferencias yacen en los contextos y desarrollos de estos arcos. Steppenwolf en la versión de Whedon es un personaje endeble que de repente llega para poner en funcionamiento la trama, mientras que en la de Snyder es un villano con motivaciones claras, de la misma manera en que Cyborg simplemente existe en la de Whedon, mientras que en la de Snyder es el proveedor del elemento dramático.
Darkseid (Ray Porter) en la de Whedon es apenas una mención sin justificación, mientras que en la de Snyder es el motor, un ser cuya amenaza se percibe en todo momento a pesar de que Steppenwolf sea quien cumpla con el rol de villano principal. Y así podríamos seguirnos con cada personaje.
El punto es que la versión de Snyder tiene la congruencia argumental y la naturalidad en interacciones entre personajes que a la de Whedon le hicieron falta, en adición a que presume el fan service que tanto esperan los entusiastas de DC e incluso se da el lujo de acabar en un eficaz y emocionante cliffhanger.
Por lo que hace a los aspectos técnicos, Zack Snyder’s Justice League no tenía una vara alta que superar, pues los efectos visuales de Justice League de 2017 son débiles y evidencian la prisa con la que Warner decidió trabajar.
En ese sentido, es plausible la manera en la que el equipo de este corte logró terminar los efectos de un producto que permaneció enlatado durante años, y si bien hay secuencias que se nota no recibieron un retoque adecuado, en lo general tenemos una cinta -para bien y para mal- con un CGI de calidad similar al de la versión de 2017. Además, los seguidores de Snyder tienen garantizado el abuso de slow motion que tanto caracteriza su filmografía.
Zack Snyder’s Justice League no es ninguna obra superior en la arena de cine de superhéroes, pues en esencia sigue siendo el mismo enmarañado de 2017, solo que ahora cuenta con tiempo de sobra para exponer personajes y arcos, y se deshace de la paja que filmó Whedon. Es un producto marcadamente mejor, eso es un hecho, con todo y sus fallas de origen.
Es una película que le habla a un público específico que le aplaudirá sin titubear. Pero más allá de las obviedades y de conversaciones pueriles, debe ser observada por sus implicaciones en la industria, ya que es una obra que resulta de un largo camino que inició con la ambición de querer competir sin tener bases y que concluyó con la presión en redes sociales de una fanaticada que, en medio de una pandemia, hizo realidad el escenario más fantasioso. Un auténtico caso de estudio.
Zack Snyder’s Justice League llega el 18 de marzo a Estados Unidos vía HBO Max, y en México podrá verse a través de Apple TV, Cinépolis Klic, Tienda Prime Video, Google Play, iZZi, Clarovideo, Total Play, Megacable y Axtel.
Calificación: 6.5/10
Zack Snyder’s Justice League
Año: 2021
Dirección: Zack Snyder
Guion: Chris Terrio
Elenco: Ben Affleck, Henry Cavill, Amy Adams, Gal Gadot, Ray Fisher, Jason Momoa, Ezra Miller, Willem Dafoe, Jesse Eisenberg, Jeremy Irons, Diane Lane, Connie Nielsen y J. K. Simmons