Hace unos días, gracias a un dispositivo móvil y a YouTube, fuimos “invitados” a una fiesta en la que varios políticos bailaban a ritmo de tambora con mujeres que presuntamente contrataron en un table dance.
Independientemente de las críticas políticas y morales que pueda tener este hecho, que fue difundido por el periódico Reporte Índigo (el cual, inicialmente, era 100 por ciento digital pero que ahora tiene también una versión impresa), vale la pena analizar la forma en la que las personas públicas deben cuidar su privacidad en los tiempos actuales donde prácticamente cualquier dispositivo móvil es un arma de espionaje.
El argumento que han estado usando los políticos involucrados para defenderse del hecho que se ve en el video, es que se trata de un evento privado que se realizó en horas no laborales; sin embargo, lo cierto es que tenían de “invitados” al menos a una docena de personas externas (las bailarinas y los integrantes de la banda que amenizaba la reunión) y de las cuales seguramente salió la grabación que se difundió a través de internet.
Indudablemente, el hecho de grabar un acto privado es un atentado contra la privacidad de las personas, aunque aquí no se trata de cualquier desconocido, sino de figuras públicas que recientemente estuvieron encargadas de decidir temas muy importantes para el País, como las reformas Energética y de Telecomunicaciones.
La frontera entre la vida privada y los actos públicos de este tipo de personajes es sumamente delgada y, en México, hasta el momento, no hay todavía una ley o algo similar que ayude a dividir ambos campos.
Es verdad también que no es la primera vez que se difunde un video de estas características, aunque sí puede representar la primera ocasión que se presenta a personajes de alto nivel en funciones y que provoca una reacción importante en internet.
Ya hemos visto a cantantes y actrices involucradas en videos que fueron grabados en privado, pero que se difundieron masivamente en internet, y muchos sitios de pornografía están llenos de ese tipo de contenidos, por lo que es un hecho demostrado que a la gente le gusta consumir el “morbo voyerista”, definirlo de alguna manera.
Ante esto, es un hecho que los personajes públicos tienen la obligación de ser más cuidadosos y discretos con lo que hacen en su vida privada, y con quién deciden compartir sus momentos más íntimos.
Todos los personajes públicos tienen derecho a portarse como les venga en gana, pero deben tomar todas las precauciones posibles para que alguien con malas intenciones no haga que millones de personas vean lo que hacen cuando no están trabajando. Así de simple.