Después de la última ronda de inversiones, la firma Uber está valuada en unos 18 mil millones de dólares. Una impresionante cantidad de dinero para un proyecto que tiene apenas cuatro años de vida y que vio la luz por primera vez en la ciudad de San Francisco, California. Existen otros rivales como Lyft o la española Cabify, pero por lo pronto, Uber es la más grande y desarrollada.
¿Por qué ha venido esta firma a irrumpir en un servicio que tradicionalmente estaba relegado a unos cuántos? Por el uso de la tecnología. No podría existir sin los smartphones, satélites del GPS y el software desarrollado para poder coordinar todo.
El servicio opera actualmente en 45 países y más de 200 ciudades. Claro, hay de todo, desde Nueva York hasta seguramente ciudades menores. Por si no lo sabe, Uber es un servicio que conecta a clientes y choferes. Es lo más parecido a un “taxi” pero es privado. El interesado solicita el servicio de transporte y el auto disponible más cercano pasa por él. No hay pagos en efectivo, pues al descargar la app es necesario registrarse con una tarjeta de crédito. Al parecer, no hay sorpresas.
A partir de ese punto, en ciudades como la nuestra (México, D.F.) y otras grandes urbes de América Latina, los clientes potenciales se reducen al necesitar tarjeta de crédito. De hecho, el servicio está concebido aquí como “transporte ejecutivo”, que quiere decir, “servicio para los que pueden pagar con tarjeta”.
¿Por qué ha venido a romper esquemas tradicionales? Por muchas razones en ciudades donde se aplica y se observa la ley, pero aquí, por otras adicionales. Para nadie es secreto que el asunto de los taxis se ha convertido en un modelo controlado por unos cuantos, donde hay que “comprar las placas”, “pasar revista” ¡esto es lo que más me decepciona! y varios trámites más. ¿Para qué? Para recibir un servicio que va desde el mínimo aceptable hasta uno de los peores que podamos encontrar.
El asunto de “pasar revista” es precisamente la idea de que el auto que brinda un servicio público de transporte se encuentre en óptimas condiciones, operando con toda seguridad y confianza para el pasajero. Pero, ¿qué pasa? Uno de los muchos indicadores de qué tan desarrollado o no se encuentra un país son, precisamente, los taxis en las grandes ciudades. He tenido la oportunidad de usar algunos en varias regiones por todo el mundo y la misma regla aplica, digamos en que en el grupo del G8, los taxis son más o menos autos similares a los particulares (me refiero a prestaciones, mantenimiento, etc.) Recuerdo en la ciudad de Berlín, los flamantes taxis Mercedes Benz del año…
¿Y qué pasa en México y otros países similares? Que en el mejor de los casos, el taxi se encuentra con mantenimiento mínimo indispensable y es que el círculo es vicioso. El taxista apenas si gana lo suficiente con ese trabajo y si además se necesita gastar mucho en cambiar llantas, amortiguadores y demás, pues “no les sale”. Y sí, estoy de acuerdo, no les sale y debe ser muy complicado estar todo el día detrás del volante recibiendo todo tipo de reclamaciones.
Entonces, ¿servicios como Uber por qué son tan disruptivos? Porque de entrada se llevan a los clientes que pagan más. Nunca va a solicitar un Uber la señora que va “a la Comer” por su mandado y luego no puede cargarlo hasta su casa. Los ejecutivos, trabajadores y hasta usuarios ocasionales que pueden cubrir el importe más elevado de este tipo de transportación son los que principalmente lo usan, me imagino.
¿Y por qué están en contra los taxistas? Lógico. Les quita clientes, o al menos eso dicen. “No está regulado, están operando de forma ilegal”. Hablar de legalidad en esta ciudad y país son palabras delicadas, pero lo más importante de todo es que Uber existe gracias a la simple y poderosa ley de la oferta y la demanda.
Mientras exista gente descargando la aplicación y solicitando el servicio, obviamente va a mantenerse la oferta. El asunto aquí es saber qué hacer. ¿Hay que regularlos? ¿Hay que dejarlos por la paz? Lo que he escuchado es “hay que platicar y negociar”. Pero eso me suena a que no se va a llegar a nada.
He usado en los últimos días en dos ocasiones el servicio y la plática obligada con los choferes es muy enriquecedora. Qué sí tienen mucho trabajo, que Uber les asignó una “patrulla” por si llegaban a tener problemas de golpes o malos tratos por parte de taxistas, que “sí es buen negocio” me decía un chofer, ya que aquí y seguro en otras partes, los dueños de los coches no los manejan, sino que contratan choferes.
La última pregunta que le hice al chofer que me llevó fue “Oiga, ¿y cuántos Uber hay aquí?”. La respuesta fue que él pensaba que como unos mil choferes, pero que eso ya tenía meses, que seguro ya son muchos más. ¿Será?